Idealización y frustración.
Idealización es un término popular y que se utiliza con frecuencia. Pero, ¿Qué implica verdaderamente desde el punto de vista psicológico?
La idealización es un mecanismo psíquico, que como su nombre mismo evidencia, deviene de la noción de Ideal, e implícitamente de Idea. Hay algo en su trasfondo que da cuenta de una abstracción. Abstracción de elementos valorados o deseables. Lo ideal es lo que no tiene falla, no tiene un «lado b», o al menos no lo muestra. El ideal es semejante a la utopía, en tanto al nombrarlo sabemos que hay algo en él que se aleja considerablemente de la realidad. Sin embargo, a veces pretendemos que esa sea la realidad.
Por ende, la idealización es el mecanismo mediante el cual las personas, o las cosas son vistas como intachables, grandiosas, supremas… Incluso, en el caso de las personas, superando sus características humanas esenciales: como la mortalidad o la posibilidad de equivocarse.
Mediante la idealización evitamos observar todos los puntos oscuros e inabarcables que corresponden al objeto en cuestión. Es una mirada parcial que potencia y lleva al extremo todo lo luminoso y positivo de aquello en lo cual la depositamos.
Idealizamos cuando encontramos muy difícil sino imposible reconocer una falencia, o un aspecto negativo en el objeto. De este modo, negamos o reprimimos todos estos aspectos. Creamos un lente «color de rosa» a través del cual vemos la realidad.
Idealizar es un mecanismo que muchas veces busca evitar la frustración. Implica un auto-convencimiento y una exaltación de los aspectos positivos para disimular todos aquellos que puedan, tal vez, hacernos daño.
Como tal, se ejerce entonces como un modo de defensa. Nos defendemos evitando observar aquello que podría ser conflictivo. Para lograrlo solo tenemos que resaltar y potenciar lo bueno, lo bello, lo positivo. Rodear al objeto de un halo de perfección. De este modo, todas las fallas permanecerán ocultas y esto, en apariencia, evitará el conflicto.
Sin embargo, sabemos ya de sobra que en psicología todo aquello que se esconde bajo la alfombra no persiste allí mucho tiempo. O, si lo hace, encuentra la manera de comunicar reiteradamente que está ahí.
Los aspectos ocultos a veces salen a la luz con tanta fuerza que rompen todo vínculo con ese objeto y generan gran frustración. Se siente como la peor traición, porque estaba todo creado para que «idealmente» esa persona nunca desilusione. Paradójicamente la idealización prepara el terreno hacia la desilusión.
Cuanto más idealizada está una persona más difícil y frustrante será, si el mecanismo se resquebraja y se permite, el reconocimiento de sus aspectos sombríos.
Se puede idealizar a una persona particular, a un partido o idea política, a una figura, a una situación, empleo o proyecto, etc. La idealización, se puede ejercer frecuentemente y en distintos espacios y suele ser un mecanismo que quien lo ejerce, suele hacerlo en más de un área de su vida.
En nuestra cultura es muy frecuente idealizar a las madres, por ejemplo. La madre como figura a veces se erige como santa, intachable, perfecta, imposible de cuestionar. De esto se desprende que la mujer que no desea ser madre sea muchas veces despreciada o juzgada.
La maternidad tiene un halo idealizado. Esto no sólo produce gran exigencia hacia las distintas madres en particular, sino que también esconde y reprime los aspectos difíciles y sombríos, saliendo a la luz de la manera más violenta por medio de duros juicios y prejuicios: madres como las únicas responsables de lo que ocurre con sus hijos, «malas madres» a todas las que no cumplen el estereotipo, etc.
Trabajar el mecanismo de idealización nos permite ver a lo que nos rodea de modo más auténtico e integral. Pudiendo aceptar la multiplicidad de facetas y la verdadera complejidad que encarna nuestra realidad.