Frustración y descarga agresiva.
La frustración tiene mucha relación con la agresividad. El enojo se produce ante el encuentro de un obstáculo en la realización de una necesidad o deseo. La frustración implica precisamente esa dificultad. Por lo tanto, es frecuente que frustración, enojo y agresividad estén emparentadas.
Ante la frustración la primera reacción por lo general es de enojo, y ante esto, se suele descargar agresivamente. A veces mediante palabras, y otras de manera física. Las descargas agresivas producto de la frustración pueden dirigirse hacia afuera o hacia la persona misma. Cuando se dirigen hacia afuera, es decir, se descargan en otros, implican una tendencia a culpar o proyectar en el entorno la causa de las propias frustraciones. En el caso en que la agresividad se dirija hacia la persona propia se ponen en juego mecanismos de autocastigo.
La descarga agresiva es, entre otras cosas, una manera que utiliza el psiquismo de liberar tensión. Cuando algo nos supera, nos agota, o ya no sabemos qué recursos desplegar para resolverlo, empezamos a sentir una gran tensión interna, que tiende hacia la descarga. El problema no es en sí la agresividad porque todas las personas tenemos impulsos agresivos, el asunto es cómo descargarla de la manera menos dañina posible para uno mismo y para los demás.
Cuando hablamos de tolerancia a la frustración hacemos referencia a una capacidad que se desarrolla desde la temprana infancia, y que depende en gran medida de la crianza, del acompañamiento emocional y de cómo se gestionan las emociones en el seno intrafamiliar.
También intervienen cuestiones propias del niño o niña que se van haciendo presentes gradualmente. No todos los niños son iguales, y reaccionan de manera distinta a lo que ocurre en el entorno. Hay ciertos cuadros, por ejemplo, como aquellos que se ubican dentro del espectro autista, que suelen presentar una baja tolerancia a la frustración.
Tener mayor tolerancia a la frustración nos prepara para la vida y para transitar por los distintos cambios y sucesos inesperados que puedan advenir. Nos permite adaptarnos y desarrollar mayor flexibilidad frente a lo que sucede. Sin embargo, estar plenamente adaptados o sobreadaptados tampoco es el objetivo, y la frustración es en gran medida parte de la vida.
Más que evitarla el objetivo es poder lidiar con ella de modo más saludable. La frustración y la descarga agresiva que la acompaña son dañinas si se descargan violentamente en el entorno o hacia la persona misma.
Trabajar la autoexigencia es un buen recurso para disminuir el impacto de las frustraciones. Por lo general nos frustramos más cuanto mayor sea la expectativa que tenemos puesta en el resultado, y cuanto más críticos y demandantes somos sobre nosotros mismos. Si se relaja la autoexigencia, posiblemente la frustración también ceda un poco.
La agresividad también debe tener un canal alternativo de descarga. La actividad física y el arte ayudan a metabolizar y descargar esos impulsos de manera saludable. Hacerlo con regularidad ayuda a disminuir esa tensión interna que se presenta ante los conflictos cotidianos.
Estamos en un período en el que se vuelve central poder trabajar sobre la agresividad, que de no ser abordada se descarga masivamente sobre otros. Leer y divulgar la información correcta e iniciar un tratamiento son maneras de responsabilizarse de las propias frustraciones e impulsos y trabajar sobre ellos.