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Problemas de clasificar en Psicología

Publicado por Lic. Maria V.

En Psicología las clasificaciones y etiquetas son un riesgo. Por esto mismo, debemos ser muy cautelosos con los diagnósticos y la manera que tenemos de comunicarlos. Con frecuencia las etiquetas ofrecen a las personas una forma de identificación. Al unirse su identidad a un diagnóstico, por ejemplo, se sesga en gran medida el futuro y los cambios posibles.

En el afán por poner nombre a las cosas el ser humano suele excederse. Nombrar, saber y conocer, suelen otorgar alivio ante las subjetividades humanas. Sin embargo, esto implica un riesgo porque fácilmente podemos reducir a las personas a una etiqueta o una diagnóstico y en consecuencia las posibilidades futuras pueden quedar anudadas a algo que se transforma en un prejuicio o preconcepto.

En los últimos años se ha generado un incremento considerable de clasificaciones en Psicología. Los manuales de Psiquiatría como el DSM y el CIE acumulan Trastornos y caracterizaciones. Si bien es entendible que deban reconocerse ciertos rasgos que faciliten la comunicación entre profesionales, es muy importante tener presente que un diagnóstico no podrá nunca definir enteramente a una persona. Y es esencial tener esto en cuenta a la hora de trabajar.

Muchos pacientes suelen presentarse con su diagnóstico. Y esto en sí mismo ya representa un problema. ¿Cómo superar un síntoma con el cual el individuo se identifica tan fuertemente? Esto es lo que Freud denominó ganancia secundaria de la enfermedad, y es un motivo que implica que la posición del padecimiento otorga algún tipo de identificación que produce gran resistencia a la hora de abandonarlo.

Por ese motivo, el tratamiento de cualquier individuo tiene que concebir a sus síntomas o padecimientos como una parte de sí mismo que de ningún modo lo representa en su totalidad.

Mediante la clasificación encontramos puntos en común y rasgos que se repiten, y los acentuamos, los enfatizamos, en detrimento de otros que se alejan o no apoyan la moción. Es una manera en la que el pensamiento racional busca establecer conexiones que nos permitan dar cuenta de la experiencia, de los resultados de investigaciones y, en algún sentido, nos otorgan cierta sensación de estabilidad y de poder. Sin embargo, tanta sistematización cuando se trata de salud mental y de seres humanos es compleja. Aún desconocemos muchos factores, los aspectos inconscientes y aquello que siempre se nos escapa nos recuerdan que ese afán tiene un límite. Límite que debemos aceptar y respetar para no excedernos en nuestra ambición. 

Esta sensación de poder y de verdad absoluta nos puede llevar a cometer muchos errores, arrastrando en el camino la individualidad de quien tenemos enfrente. 

Para clasificar seleccionamos lo compartido, pero no olvidemos que en ese proceso de sesgo dejamos afuera mucha información que se separa, que establece la diferencia, y esos aspectos no tienen que ser dejados a un lado.

Establecer puntos en común nos permite unir, y dar cuenta de lo que se repite, de aquello que se establece de modo constante y reiterado, lo que obedece a ciertos patrones. Sin embargo, corremos el riesgo siempre presente de concebir, a partir de aquí, toda situación inicialmente similar como idéntica, previendo desarrollos equivalentes y de algún modo influyendo de antemano en los resultados. Al modo de lo que se denomina una profecía autocumplida debemos tener especial cuidado de no intervenir prematuramente o guiados por prejuicios, condicionando la realidad para que se amolde a lo que pensamos.