Problemas de conducta
Tuve la oportunidad hace unos años de trabajar en los consultorios externos de una clínica privada donde realicé una experiencia clínica con niños.
La mayoría de los casos se referían a problemas de conducta y debido a esta razón las dificultades con el rendimiento escolar.
Los problemas de conducta casi siempre traen aparejados un bajo rendimiento en la escuela ya que generalmente se trata de perturbaciones emocionales que suelen bloquear la atención e impedir el aprendizaje.
Una buena parte de estos trastornos tienen que ver con la relación del niño con sus padres, otros por la falta de armonía en el hogar y los menos con factores intrínsecos al niño.
Nacemos casi perfectos, con todos los atributos para poder mantener un buen estado de salud tanto físico como mental, y a medida que nos vamos insertando en el medio en que vivimos vamos incorporando experiencias que ayudarán o no a desarrollar plenamente ese potencial.
Los niños tienen una gran capacidad para sufrir privaciones físicas. A veces nos resulta increíble creer cómo han sobrevivido niños recién nacidos abandonados a la intemperie, expuestos al frío y al hambre. Pero en cuanto a la vivencia psíquica frente al abandono, la respuesta suele ser mucho más devastadora y persistir en el tiempo.
¿Qué madre o padre no quiere a sus hijos? Si no hay enfermedades mentales o graves alteraciones en sus mentes se puede suponer que todos en alguna medida los aman, aunque cada uno puede expresar de muy diferente manera ese amor.
Los padres que no ponen límites tapan con permisividad y objetos sus ausencias. Las ausencias siempre cuestan mucho dinero y mucho sufrimiento.
La libertad es necesaria para los hijos pero tiene que ser condicionada, con límites, para las diversiones, los horarios, las salidas, la bebida y las compañías inadecuadas.
Y cuando los hijos comienzan a crecer los padres tienen que aprender a rezar. Si se sienten amados y son felices no les darán disgustos, si se sienten perseguidos y no aceptados harán lo imposible para molestarlos.
Lejos de querer tanta libertad, los hijos están pidiendo a gritos límites llamando la atención con su conducta y cuanto menos los comprendan sus padres más difícil será el proceso de desarrollo.
Un caso clínico
Nombre: Eduardo
Edad: 9 años
Motivo de la consulta: Dificultad en el control de impulsos, hiperactividad, agresividad. Dificultades de atención y concentración en la escuela
Informe:
Eduardo es un niño que vive con sus padres y una hermana menor. El embarazo de su madre fue normal pero al nacer se pudo comprobar que presentaba una malformación congénita en el oído izquierdo careciendo del pabellón de esa oreja con una disminución del cincuenta por ciento en la audición.
Desde muy temprana edad, fue sometido a varias operaciones complejas, con el objetivo de reconstruir su oreja por medio de injertos de tejidos y cartílagos de otras partes de su cuerpo; y como resultado de la cirugía plástica se logró obtener una formación similar que mejoró su aspecto.
La madre revela que está pensando en otras operaciones porque ante todo desea llegar a ver a su hijo en condiciones normales.
Eduardo siente que su madre no lo acepta como es y a su miedo al rechazo se le suma el miedo a las operaciones, que lo obligaron en el pasado a estar inmovilizado largo tiempo.
La terapia se centra en aliviar la ansiedad de Eduardo recomendando actividad física, hablar con la maestra para mantener a este niño ocupado en el aula para canalizar así su ansiedad y señalarle a la madre la conveniencia de no hablar más de operaciones estéticas a menos que el las proponga.
Eduardo comenzó a practicar deportes en un club cercano y a andar en bicicleta; y en el aula, la maestra lo ubicó en el primer banco permitiéndole que la ayudara en clases, lo que lo habilita a levantarse y sentarse frecuentemente.
Su rendimiento escolar mejoró notablemente y el problema de la oreja pasó a segundo plano, logrando la familia un modo de ver las cosas diferente.