La Conducta en Colegios Secundarios
La autoridad no es para mandar, es el poder de poner reglas y hacerlas respetar.
Mi experiencia como profesora en un colegio secundario hace unos años, me permitió experimentar en carne propia el grave problema que sufre esa profesión, que es la indisciplina.
A la mayoría de los profesores les cuesta mantener el orden en la clase y la dirección de la escuela tiene dificultades para controlar la conducta de sus alumnos en la escuela.
Es muy difícil hablar cuando son pocos los que escuchan y muchos los que están desatentos conversando entre ellos y hasta peleándose en sus asientos.
Hoy en día muchos de los jóvenes vienen de hogares con muchos problemas donde la violencia familiar es común y muchos padres no saben cómo controlar a sus hijos ni cómo educarlos.
Creo que la escuela es un ámbito que no sólo tiene la obligación de impartir enseñanza a los alumnos y mantener la disciplina sino que también puede brindar la oportunidad a los padres de aprender a educar a sus hijos.
No hace mucho tiempo pude ver una película inglesa por televisión, muy ilustrativa sobre este tema, que mostraba las vicisitudes de una excelente directora de escuela secundaria asignada, precisamente por sus méritos, a la difícil tarea de intentar corregir las deficiencias de organización y disciplina de un colegio de una zona marginal.
El mayor problema que tuvo que sortear fue el rechazo de los mismos profesores, más jóvenes, que se rebelaron contra sus métodos más estrictos, y trataban de defender sus posiciones aunque fueran ineficaces.
A pesar de este obstáculo, el cual fue cediendo a partir de los evidentes resultados que la directora iba logrando, pudo desmantelar las pequeñas bandas de cada aula, centrándose en los cabecillas, quienes recibieron por parte de ella una atención especial, escuchando todos sus problemas e interesándose en sus familias y en sus dificultades.
Restableció la disciplina impartiendo nuevas normas para respetar, comprometiendo a los alumnos a obtener resultados para la fecha en que la inspección se haría presente en la escuela; y este compromiso era reforzado cotidianamente mediante el control estricto del cumplimiento de las normas.
Todos los días visitaba las aulas y se mantenía al corriente de las novedades que se iban produciendo en los hogares conflictivos en forma personal, conteniendo los desbordes que estas situaciones provocaban en los alumnos.
Casi todas las familias estaban en situaciones de riesgo, ya sea por falta de trabajo, alcoholismo, drogas, madres solteras, padres ausentes, pobreza, carencias afectivas, enfermedades, pérdidas, etc.
Sin embargo, poco a poco, manteniendo el contacto personal con los familiares y tratando de mejorar las condiciones de los alumnos, su interés fue logrando un cambio de perspectiva en esa gente y restableciendo su esperanza.
También incentivó la práctica de deporte y organizó competencias con otras escuelas para incentivar el hábito de la participación en equipo, elevando la autoestima del grupo y fortaleciendo su sentimiento de pertenencia.
Todos los objetivos tenían fecha de cumplimiento y todos los esfuerzos estaban puestos en lograrlos; y cada logro era reforzado por el sólo hecho de haberlo cumplido.
No todas fueron rosas para esta eficiente mujer porque también tuvo que vivir momentos de zozobra y hasta un ataque de violencia, pero eso no la detuvo para continuar con su obra.
Los alumnos necesitan no sólo aprender el contenido del programa en una clase sino que es indispensable que también reciban una formación a partir del modelo que le brinda el comportamiento de su profesor.
Sabemos que los alumnos no sólo aprenden de sus profesores sino que también se identifican con ellos, por eso las clases representan esa oportunidad por excelencia.
Un profesor, como cualquier otro profesional, tiene que mantener su distancia y no darle confianza a sus alumnos tratándolos como pares. Simplemente porque tiene un rol diferente, que incluye la autoridad necesaria para imponer las reglas y hacerlas respetar.