Problemas de Conducta en el Secundario
El peor problema al que se enfrenta un profesor de colegio secundario es el de la disciplina, porque los adolescentes de hoy en día no escuchan lo que dice, hablan entre ellos, no se concentran, no cumplen con su trabajo ni estudian.
El adolescente atraviesa por una etapa de rebeldía tanto en el hogar como en el colegio y cuestiona todo, de manera que es importante aprovechar esta energía en beneficio del aprendizaje.
Se puede encarar este problema de dos maneras, la primera es tratar de dar los temas en forma ágil y entretenida, empleando ejemplos de la vida diaria, aprovechando las noticias de los diarios y noticieros e intentando relacionar los conocimientos con lo cotidiano y práctico; que es el mejor modo de incrementar la motivación de los alumanos; y la segunda es tratando que los alumnos participen más en la clase y que no se limiten a tomar nota de lo que dicta el profesor.
Fui profesora de un colegio secundario durante una larga suplencia y pude implementar una técnica que modificó sustancialmente la dinámica de los distintos cursos.
En primer término, a los alumnos que se sentaban en los asientos de atrás les asigné las dos primeras filas de adelante; porque durante la clase jugaban a las cartas y charlaban animadamente sin reparar en mi presencia.
En las clases nunca hice una pregunta porque las preguntas las tenían que hacer ellos.
Los exámenes fueron con libro abierto y sólo tenían que hacer preguntas relacionadas con distintos temas.
El que hacía una pregunta inteligente durante la clase tenía un diez.
Todos sabemos que una pregunta es el comienzo de una investigación científica y que toda tesis comprobada da lugar a nuevas preguntas.
Esta forma de enseñar, despierta el interés de los alumnos y los obliga a conocer los temas, porque si no los saben no pueden preguntar; y al mismo tiempo es un excelente recurso para mantener la disciplina.
En mi caso, los peores alumnos fueron los que hicieron las mejores preguntas, pasando de ser los que molestaban en el fondo a integrarse con los demás y cambiar su rendimiento en forma sostenida.
Recuerdo que otra profesora de ese colegio, antes de empezar con mi suplencia me recomendó que pusiera “cara de perro” desde el primer día, para mantener la disciplina, porque si iba por las buenas los chicos no me iban a dejar dar la clase.
Nunca creí en esos métodos, porque la base de la enseñanza es la buena relación con el alumno, ya que aprenden más cuando se logra establecer ese vínculo.
La “cara de perro” no se puede actuar, porque para tener esa expresión la persona ya tiene que tener una personalidad adecuada a ese gesto.
Los mejores profesores que han existido y que se han destacado siempre han sido los que tenían excelentes relaciones con sus alumnos.
Un niño aprende con más facilidad en su casa cuando tiene una buena relación con sus padres. Si ese vínculo no es bueno, los niños tienen problemas para aprender que posteriormente trasladarán a la escuela.
Establecer una buena relación con los alumnos no implica darles confianza ni abandonar el rol de maestro y ponerse al mismo nivel.
La autoridad es un rol y significa en este caso tener el control y asumir el rol de profesor que además de enseñar debe poner las reglas y hacerlas cumplir.
El alumno tiene que ser respetado por el profesor como si se tratara de un adulto si quiere ser él a su vez respetado y lo mejor y tal vez lo más difícil, es tratarlos de usted.
El primer día de clase hay que poner las reglas que todos deberán cumplir incluso el que está al frente de la clase.
La falta de cumplimiento de las reglas deberá ser sancionada con trabajo adicional que los alumnos puedan cumplir; pero antes de aplicar la sanción deberán recibir una advertencia previa.
Estas técnicas dan resultados beneficiosos tanto para los alumnos como para el profesor, porque los jóvenes desean y necesitan límites.