Psicología Evolutiva-Parte II
Madurar es más que crecer, es capitalizar la experiencia para evolucionar.
El destete es la primera experiencia de desprendimiento significativa, que junto a su intención de ponerse de pie o arrastrarse, si el niño está en el suelo, dan lugar a sus primeros fracasos, dolores y desilusiones, así como también a darse cuenta de los límites en el trato social.
Sus vivencias subjetivas aumentan y las experiencias de independencia y poder contribuyen a afianzar su yo.
Durante el segundo y tercer año de vida se intensifica el aprendizaje del control de esfínteres, cuyas características particulares se pueden llegar a reflejar en la personalidad.
A los tres años un niño ya posee dos medios bien diferenciados de acción: el lenguaje y la manipulación, y se da cuenta de la diferencia entre su yo y el tu.
Sólo después de los tres años los niños comienzan a compartir los juegos, siendo hasta ese momento solitaria su actividad lúdica.
El ingreso a Jardín de Infantes es otra de las experiencias de desprendimiento que deberá hacerse gradualmente.
A los cuatro años, cualquier criatura normal sabe como tiene que reaccionar frente a cada persona y comenzará a necesitar imperiosamente el contacto con seres ajenos al hogar.
Recién durante el cuarto o quinto año de vida un niño comienza a tomar contacto real con el sentido de los valores, a partir de lo que puede o no puede hacer.
De los cuatro a los siete años se observa la aparición de las primeras deducciones lógicas y la capacidad para planificar utilizando métodos.
El niño adquiere mayor fortaleza para postergar la satisfacción de sus necesidades, aumentando su capacidad productiva y sus habilidades específicas que le permiten obtener importantes logros
De los siete a los diez años se produce un fortalecimiento de su desarrollo intelectual a través de su experiencia en la escuela.
La aparición de la pubertad no es estrictamente igual en todas las personas pero se puede afirmar que se extiende desde los diez años a los trece años en las niñas y de los once a los quince años en los varones; desde la aparición de la primera menstruación en las niñas y la primera polución nocturna del varón.
Sin embargo, la aparición de estos caracteres no significa que ambos estén maduros físicamente para la reproducción.
En esta etapa se producen grandes cambios corporales y un crecimiento asincrónico que produce un sentimiento de inadecuación en los adolescentes, evolucionando tan rápidamente que produce en la mayoría dificultades psicológicas para la adaptación.
En las sociedades modernas la adolescencia es una etapa de crisis que se caracteriza por el extremismo y la omnipotencia en todos los órdenes de la vida. Los adolescentes son idealistas, quieren cambiar al mundo, tienden al altruismo, a liderar rebeliones, siendo lo más importante a esta edad la búsqueda de la identidad y del si mismo.
Es el tránsito del autoerotismo hacia la heterosexualidad y la necesidad de enfrentarse con el otro sexo se ve obstaculizada por un sentimiento de inferioridad, provocado por la no aceptación del esquema corporal, la inexperiencia, la educación y la cultura, barreras que convierten a esta etapa de crecimiento en una crisis.
El adolescente tiende a refugiarse en el ascetismo y la intelectualización, los dos extremos que no logran el equilibrio medio y que son utilizados como mecanismos de defensa que ayudan a sublimar las necesidades instintivas canalizándolas hacia fines socialmente aceptables.
Muchos consideran que la etapa adolescente tiende a extenderse hasta los treinta años y es verdad. Los jóvenes deciden no asumir responsabilidades hasta bien entrada la juventud, continúan viviendo con sus padres, se toman años sabáticos, hasta que finalmente llegan tardíamente a lograr la madurez emocional necesaria para comprometerse con una profesión y con una propia familia.