Razones para tomar distancia en una relación.
Las relaciones son siempre complejas y atraviesan distintos momentos y periodos. Muchas veces sostenemos relaciones que no nos hacen bien, o que, por alguna razón u otra se vuelven una carga o fuente de conflictos constantes.
Esto se puede deber a razones muy diversas. Las personas cambiamos con el tiempo y, por ende, también cambian las relaciones que tengamos con otros. Todas las relaciones requieren de ciertos «ajustes» tiempo en tiempo. Es decir, que el vínculo debe estar dispuesto a adaptarse a los nuevos cambios para poder continuar.
En muchos casos perpetuamos estructuras en ciertos vínculos que pertenecen a periodos previos de nuestra vida y que ya no nos representan. Si el vínculo no puede adaptarse a esto, probablemente sufra. Esto ocurre muy a menudo en los vínculos familiares,
En amistades de muchos años esto puede pasar cuando, ya en la vida adulta, se siguen perpetuando hábitos que son más característicos de las amistades en la adolescencia (enojos impulsivos, dramas, celos, por ejemplo). Si los códigos del vínculo no se hablan entre las partes y ciertos miembros se muestran a disgusto con esta modalidad, es muy probable que la relación se rompa o se vuelva conflictiva.
En este ejemplo se ve claramente cómo una dinámica previa que era ya disruptiva entonces pero quizás tolerada sigue insistiendo en el presente cuando la realidad de muchas de las partes es distinta. En estos casos se requiere de comunicación.
Lo mismo ocurre con las relaciones de pareja. Cuando uno de los miembros que hasta el momento venía con cierta estructura decide cambiar, por el trabajo en una terapia o situaciones vitales significativas por ejemplo, esto genera a veces resistencia en la otra parte. Si no hay un balance entre ambos que ayude al vínculo a cambiar conforme a la nueva situación, se presentarán conflictos que pueden producir daños en ambos.
Tomar distancia es una buena opción si un vínculo se ha vuelto nocivo, inflexible, y presenta modalidades que no están abiertas a la comunicación y al cambio. Esto depende mucho del caso por caso, y debe analizarse en su singularidad. Pero en líneas generales tomar distancia sería una opción recomendable en casos en los que está en juego la salud de la persona en cuestión. A veces, tomar distancia es un acto de autocuidado, de respeto y valoración propia.
Algunas de las situaciones que ameritan tomar distancia, en cualquier tipo de vínculo son:
- Cuando sos o fuiste víctima de violencia: física, verbal y/o psicológica.
Esta, por supuesto, es la más importante y la que abarca las que vienen a continuación ya que, en cierta forma, las restantes son modalidades de violencia.
- Cuando sentís que hay una situación en la relación que te angustia o te lastima y no ves colaboración de la otra parte para hablar o reflexionar sobre el tema.
- Cuando ves tus límites personales avasallados. Toman decisiones por vos, no respetan tu privacidad, se hace caso omiso de tus opiniones.
- Cuando hay una crítica o burla recurrente hacia tu persona. Sin que haya espacio posible para hablarlo, o sin que se generen cambios duraderos.
- Cuando sentís que sos receptáculo constante de conflictos de la otra persona, sin que esta se muestre disponible para acompañarte cuando vos lo necesitás. Siempre que la comunicación sobre esto no muestre reflexión o indicio de cambio.
- Cuando notás que tus logros o noticias positivas no son valorados o reconocidos.
Estos son sólo algunos ejemplos. Y hay muchas situaciones en las que amerita la distancia, como forma de limitar y de poder reevaluar si ese es un vínculo que elegís seguir sosteniendo. Trabajarlo en el marco de una terapia es una buena forma de abordar el caso particular, que es siempre lo más recomendable.