Sigmund Freud y su familia
Sigmund Freud nace el 6 de mayo de 1856 en Frieberg, Suiza, donde pasa los primeros años de su vida con su madre, Amalia, que tenía 21 años cuando él nació, su padre Jacob, comerciante en lanas, que era veinte años mayor que ella, y con dos hijos de su primer matrimonio, Emmanuel, mayor que su esposa y Philipp, de la misma edad.
A los diecisiete meses nace su primer hermano Julius, a quien considera un rival no deseado, celoso de la solicitud materna hacia el recién llegado. Algunos meses más tarde Julius muere como consecuencia de una infección intestinal y Sigmund experimenta alivio y satisfacción por haberse liberado del intruso. El sentimiento de culpabilidad no lo abandonaría jamás;
pero al poco tiempo nace su hermana Anna y termina su condición de hijo único.
Como consecuencia de problemas financieros la familia Freud debe abandonar Freiber, e instalarse primero en Leipzig y luego en Viena.
Se alojan en un barrio pobre judío, donde solían amontonarse la mayoría de los emigrantes judíos de Bohemia, Moravia y Galitzia, y Freud vive allí hasta su ingreso a la Universidad.
La situación económica familiar se torna aún más difícil con el nacimiento de otros cinco hermanos más, cuatro niñas y un varón.
Amalia, la madre de Sigmund, se dedica por entero a la educación de sus hijos y en particular a él, que es su preferido.
Ella misma enseña a Freud lectura, ortografía, gramática y aritmética y trata de responder a todos sus cuestionamientos.
Las enriquecedoras conversaciones que tiene con su madre desarrollan en él esa sed de aprender y comprender.
A los dos años y medio Freud confiesa que su libido se había despertado y encauzado hacia su madre. Experimentaba por ella un amor secreto reforzado por una verdadera pasión erótica, que desafiaba los tabúes religiosos y que lo llevó a considerar que encontrar el objeto sexual no es más que reencontrarlo.
Amalia nunca supo que había representado un papel fundamental en la elaboración del complejo de Edipo y que le inspiró a Freud la siguiente reflexión: “Encontré en mi, como en cualquier otra parte, sentimientos de amor para con mi madre y de celos hacia mi padre, sentimientos que, pienso, son comunes a todos los niños…”
Como todos en ese barrio judío el único deseo de Freud era triunfar, para poder abandonar el barrio y ganar su lugar. Era un excelente alumno y durante siete años seguidos, fue el primero de su clase observando una conducta ejemplar.
En su casa es el único de sus hermanos que tiene el privilegio de disponer de una habitación para él solo y su madre lo consiente y le da siempre la razón.
Freud se consideró como un judío totalmente ateo, alejado de la religión de sus padres como de toda religión, aunque festeja gustosamente las fiestas tradicionales judías.
En 1885, a los 29 años, viaja a París y descubre con interés los trabajos del famoso neurólgo Charcot sobre la histeria.
En 1886 abre un consultorio médico especializado en enfermedades nerviosas. Se casa al mismo tiempo con Martha Bernays con quien tiene seis hijos, entre ellos, Anna, que a su vez se convertirá en psicoanalista.
Todas las semanas su madre acostumbraba a reunir a sus hijos y a sus nietos para un almuerzo dominical y hasta más allá de los 93 años seguía tan inquieta y jovial como siempre.
Recién a los 95 años Amalia muere de una larga enfermedad. Para Freud fue un gran dolor pero también un gran alivio porque aquejado de un cáncer en la mandíbula, temía morir primero, y le aterrorizaba la idea de que su madre pudiera enterarse.
Tras la muerte de su madre emprende un estudio sobre la sexualidad femenina, tema poco desarrollado por Freud quien reconoce su ignorancia sobre el tema, ya que para él la mujer sigue siendo “tierra desconocida”.
Freud afirma que toda relación íntima contiene una parte oculta de hostilidad con una notable excepción: la relación de madre e hijo, que considera como la más perfecta y la más desprovista de ambivalencia de todas las relaciones humanas.