Sigmund Freud y el aparato psíquico
La teoría freudiana considera a la psique una estructura compuesta de sistemas o instancias con la capacidad de transmitir y transformar una energía determinada.
Freud divide el funcionamiento del aparato psíquico en tres instancias, el Ello, el Yo y el Superyo; atribuyéndole a cada función una parte constitutiva de éste y asignándole un orden prefijado en una determinada sucesión cronológica.
Significa que las excitaciones siguen un orden establecido, de acuerdo al lugar que ocupan los distintos sistemas.
El término “aparato” designa la idea de un trabajo. Este esquema deriva de la concepción de Freud del arco reflejo, que transmitiría íntegramente la energía recibida, o sea que se debe concebir como un aparato reflejo.
El aparato psíquico tiene la función, en última instancia, de mantener la energía interna de un organismo al nivel más bajo posible.
Al diferenciarlo en subestructuras, permite concebir cómo se transforma la energía, del estado libre al estado de energía ligada; y el juego de las catexis, contracatexis y sobrecatexis.
La catexis es la energía psíquica ligada a una representación o a un grupo de representaciones, a una zona del cuerpo, a un objeto, etc.
La contracatexis es la carga de la pulsión de las representaciones a reprimir que tienden a irrumpir constantemente en la conciencia y que sólo se pueden mantener en el inconsciente actuando en sentido contrario a la misma fuerza constante de la catexis.
La sobrecatexis es una catexis o representación suplementaria, ya cargada, es decir, cuando una representación inconsciente se sobrecarga con nueva energía pulsional.
El aparato psíquico es un modelo que utiliza Freud para describir la transformación de la energía de una instancia a otra, para mantener el equilibrio psicológico de un organismo.
El Ello es el polo pulsional de la personalidad que representa el instinto, expresión psíquica inconsciente, hereditaria e innata, en parte adquirida y reprimida, que constituye la reserva primaria de la energía psíquica que entra en conflicto con el Yo y el Superyo.
El Yo es la instancia que se encuentra en relación de dependencia respecto al Ello y al Superyo que se presenta como mediador, encargado de la totalidad de la personalidad, aunque su autonomía sea relativa. Es el polo defensivo de la personalidad frente a la percepción de un afecto displacentero o señal de angustia.
Freud considera al Yo un aparato adaptativo diferenciado del Ello, a partir del contacto con la realidad.
El Superyo es el juez o censor con respecto al Yo y representa la conciencia moral, los ideales y la autoobservación.
Freud define al Superyo como el heredero del complejo de Edipo, formado por la incorporación de las prohibiciones y exigencias parentales.
Los niños renuncian a la satisfacción de sus deseos edípicos debido a la prohibición y transforman esa catexis o carga de representación, en identificación con los padres, interiorizando la prohibición.
En un varón, la amenaza de castración le permite salir del complejo de Edipo; en cambio en la mujer, es la amenaza de castración la que le permite ingresar al complejo de Edipo.
Las niñas permanecen mucho más tiempo en este complejo y sólo lo superan en forma incompleta.
Fuente: “Diccionario de Psicoanálisis” de Laplanche y Pontalís”, Edirial Labor, 1971.