El poder de la mente
Los antiguos sabios y filósofos buscaban por medio de la alquimia la forma de modificar la materia. Eran sectas secretas, grupos muy cerrados que protegían los conocimientos y evitaban por todos los medios su difusión.
El poder de la mente era uno de los misterios que más los atraía porque pensaban que en ese poder estaba la clave de la vida.
Ellos lograron comprobar desde hace más de cinco mil años, que los pensamientos podían materializarse.
Llegaron así a postular la Ley de la atracción. Según este principio el hombre puede convertirse en aquello que piensa, y también tiene el poder de atraer lo que piensa.
Es como si los pensamientos enviaran señales magnéticas para atraer lo que corresponda y lo más extraordinario es que siempre funciona para todos.
Se dieron cuenta que existían algunas condiciones para que esto sucediera en forma inexorable.
En primer lugar el pensamiento debía ser claro y específico sin ninguna ambigüedad y sólo debía incluir deseos positivos ya que descubrieron que el Universo, del cual formaban parte, sólo respondía a esa característica, dejando de lado los juicios de valor.
Hoy en día se podría explicar esta fuerza de atracción como una fuerza electromagnética dentro de un campo de influencia, según la teoría cuántica, y es natural.
Cada vez que una persona tiene un pensamiento o mantiene un pensamiento por largo tiempo está en un proceso de creación, y algo se va a manifestar como consecuencia.
La teoría cuántica sostiene que no puede existir un universo sin que en ello participe la mente, o sea que en realidad es la mente la que le da forma a lo que se percibe.
Este concepto, aunque uno no llegue a comprenderlo, no significa que uno deba rechazarlo, porque tampoco se puede entender cómo funciona la electricidad y sin embargo disfrutamos de sus beneficios.
Se ha comprobado científicamente que un pensamiento positivo es más poderoso que un pensamiento negativo, por eso hay que elegir los pensamientos con mucho cuidado porque si están dadas las condiciones esos deseos se cumplen.
Los grandes sabios del pasado que alcanzaron estos conocimientos, querían conservar el poder porque no deseaban compartirlo. Por esa razón el descubrimiento de la Ley de atracción no llegó a conocerse fuera de ese círculo de privilegio.
Por lógica, debemos inferir que todo lo que somos en este momento de nuestra vida, lo hemos atraído mentalmente con nuestros pensamientos.
Pero nuestros condicionamientos nos impiden pensar en positivo y sólo un cambio de conciencia puede lograr revertir nuestra manera de pensar.
Si leemos los diarios, todas las noticias son negativas y estas noticias, según esta Ley Universal atraerán a su vez sucesos más y más negativos.
El factor emocional juega el más importante papel, tanto que si un deseo o pensamiento no va acompañado de emoción y entusiasmo es que no está alineado con el Universo y no es un deseo real.
Sólo si un pensamiento produce alegría y entusiasmo es cuando nos indica que el deseo es genuino. Nuestros sentimientos son los que nos revelan si estamos en el camino.
Lo que uno piensa, lo que siente y lo que se manifiesta siempre coinciden, sin excepción para todos.
Creamos nuestro propio Universo a medida que transcurre nuestra vida y sentirse bien es una señal para atraer cosas a la realidad.
Todas las tradiciones nos han enseñado que existe algo que es más grande que nosotros que está dispuesto a cumplir nuestros pedidos.
Resumiendo:
El primer paso es que se debe pedir aquello que se desea, sólo con el pensamiento porque no son necesarias las palabras. Desde esta perspectiva, el Universo comenzará a organizarse para que eso suceda.
El segundo paso es que no necesitamos saber la forma en que se realizará aquello que verdaderamente queremos porque esa forma será atraída hacia nosotros en el tiempo más corto, de la mejor manera y con el menor esfuerzo para nosotros.
El tercer paso es que debemos estar alineados con aquello que pedimos, o sea sentirnos emocionalmente entusiasmados y contentos, señal que nos indicará que estamos en el camino.
El tamaño del deseo no importa porque los límites los ponemos nosotros.