Violencia en el fútbol
Lo único que cambiará esta situación es la educación.
Nuevamente tenemos que ser testigos de actos de violencia que se podían haber evitado.
La crónica diaria nos revela detalles incomprensibles sobre sucesos violentos, que prueban una vez más lo poco que aprecian la vida muchas personas, cuando dan rienda suelta a sus bajas pasiones.
Vidas jóvenes se pierden debido al fanatismo, la intolerancia, la ambición y la lucha por el poder en un ámbito deportivo que debería ser un lugar para compartir una fiesta.
Las reyertas van más allá del resultado de un partido y se concentran en intereses económicos cuya administración se disputan las barras bravas dentro de los mismos clubes deportivos.
Gran parte de los integrantes de estos grupos no tienen otra posibilidad que trascender que no sea la barra. El sentimiento de pertenencia lo contiene y le da coraje y seguridad de cometer actos de vandalismos impunemente, donde puede canalizar todas sus frustraciones sin ser sancionado.
Este comportamiento mafioso, de obtener el poder a fuerza de violencia y asesinatos, debería ser solamente algo de un pasado trágico y olvidado, pero cuando se trata de mucho dinero en juego, los hombres vuelven a recurrir a las viejas fórmulas mercenarias.
El futbol es un deporte que no se puede disfrutar en una cancha en familia, sin riesgo de vida, porque se ha convertido en un campo de batalla, en lugar de ser un lugar de sano esparcimiento.
Los argentinos no son los únicos en dar espectáculos lamentables porque también en España recientemente alguien del público le disparó un botellazo en la cabeza a un arquero que lo dejó tendido en el suelo malherido.
En esta ocasión los mismos hinchas reaccionaron en contra del agresor, aunque no estoy segura si hasta el punto de denunciarlo.
En el código de las barras una de las principales reglas es el encubrimiento y la complicidad, aunque las actitudes de algunos de los integrantes les revuelvan el estómago.
Este problema social que nos afecta a todos, porque nadie está exento de salir lastimado aún sin ser parte involucrada, requiere una política educacional que tienda a darles igualdad de oportunidades a todos los jóvenes, según su orientación; y una organización policial que impida más hechos de violencia.
Los hinchas de futbol siguen entrando a la cancha armados, con armas de fuego y cuchillos, con toda la intención de usarlos.
Las causas para el esclarecimiento de los crímenes cometidos en las canchas o fuera de ellas entre las barras bravas permanecen sin ser resueltas. La impunidad no es la excepción sino la regla.