El reto de ser una familia multicultural
La movilidad de las personas alrededor del mundo debido al fenómeno global en el que vivimos facilita que cada vez sea más habitual la formación de familias multiculturales en las cuales hay miembros de distintas razas, nacionalidades, contextos culturales y/o religiosos. Asimismo, los procesos de adopción internacional son un hecho corriente hoy en día, sobradamente normalizado.
Aunque los beneficios a nivel personal de convivir con semejantes diferentes son numerosos, no están exentos de que estas familias no tengan más remedio que lidiar con algunas circunstancias especiales que puedan generar estrés tanto a los padres como a los hijos.
La multiculturalidad es una particularidad que los hace especiales en su modo de plantear una vida en común teniendo en cuenta las especificidades de cada miembro, por lo que los padres han de ser sensibles hacia esas especificidades, establecer pautas de educación adecuadas, e instaurar un clima de comunicación libre, fluido y siempre accesible donde los hijos puedan acudir siempre que lo necesiten.
Estamos de acuerdo en que esa es una indicación válida para cualquier familia pero la multicultural siempre está más expuesta a las opiniones prejuicios, recelos o suspicacias de aquella parte de la sociedad aferrada a la familia convencional.
Como consecuencia, estas familias habrán de poner especial énfasis en tejer redes firmas de apoyo familiar y social que refuercen el sentimiento de seguridad y protección frente a provocaciones externas.
Los progenitores de una familia intercultural tendrán que ponerse de acuerdo en todo lo relacionado con las creencias y las formas de vida que quieren transmitir a sus hijos. Este proceso requiere que la pareja mantenga canales de comunicación siempre despejados, sinceros y repetuosos para que ambos se expresen sin sentirse cohibidos.
Unos factores determinantes en la aparición de estrés es el grado de discriminación percibida así como el logro de un sentimiento de comunidad donde se experimente una pertenencia real una integración regularizada y una conexión emocional espontánea.
En definitiva, hay que trabajar la cohesión familiar para la mejora de la resolución de problemas y de la autoeficacia.
Es interesante resaltar que sería sumamente importante y útil que las instituciones se implicaran más proporcionando apoyo y orientación a estas familias puesto que se trata de un hecho en creciente aparición. Incluso, solo hay que echar un vistazo en las aulas de los colegios para percatarse de que la diversidad está presente irremediablemente y por tanto habrá que atenderla de manera adecuada, lo cual requerirá la implicación y el esfuerzo de todos los agentes educativos y sociales. Es necesaria una transformación global y coordinada que debe empezar por la familia ya que es en este ámbito donde se transmiten los valores y los principios que rigen la conducta.
Empecemos por eliminar los prejuicios hacia palabras como emigrar o extranjero puesto que hoy en día somos ciudadanos del mundo y tener un sentimiento de pertenencia hacia tu país y tu grupo social no debe excluir el respeto hacia otros países o grupos ni debe ser un impedimento para que se produzca una convivencia pacífica, respetuosa y en libertad. La multiculturalidad y la diversidad siempre enriquecen.