Vocación y Familia
No hay que perder la ilusión de seguir la vocación y si hay un impedimento es que no es el momento.
La familia puede ser a veces una limitación para la realización personal y otras un incentivo o una motivación para lograr nuestros propósitos.
Los problemas familiares graves suelen obligar a postergar planes. En esos casos hay que saber aplicar el discernimiento de la mejor manera posible para convencerse que dilatar una decisión no significa nunca renunciar a ella.
Para lograr aceptar las circunstancias que impiden cumplir con los propósitos, se necesita cierto grado de madurez para reconocer cuáles son las prioridades en todos los momentos de la vida, porque pretender aislarse del sufrimiento familiar no los hará felices.
Los niños pequeños no pueden postergar la satisfacción de sus necesidades y lloran ni bien comienzan a registrar señales de hambre. Pero ni bien comienzan a crecer, aprenden que no siempre una madre está disponible para acudir a sus requerimientos. Más adelante, ese aprendizaje se afianzará y de esa manera podrán ser capaces de discernir entre lo urgente y lo que se puede postergar.
Entre todo lo que nos toca vivir siempre estamos eligiendo hacer lo que más nos gusta. De esta manera estamos actuando con sabiduría, porque aunque no sea lo que tal vez habíamos planeado por lo menos estamos aprendiendo a aceptar la realidad y sacar el mejor provecho de ella.
La situación económica familiar suele condicionar la elección de una carrera, y así como tampoco conviene apostar todo lo que tenemos a un mismo número, es aconsejable tener otras alternativas que también sean interesantes, para no sentirse frustrado ante los impedimentos.
Un enfermo grave en la familia provoca un desequilibrio funcional en todos sus miembros. Ante esta eventualidad se pueden adoptar dos actitudes: hacerse los desentendidos y centrarse en el propio ombligo o estar dispuesto a colaborar para disminuir las tensiones y aliviar la tarea del resto.
Al principio, las personas sometidas a stress por estas circunstancias, secretamente o abiertamente suelen rebelarse y es natural. Pero hay que aprender algo esencial en esta vida, lo más temprano posible: es inútil rebelarse frente a la adversidad, porque lo que se resiste persiste.
Esta ley inquebrantable de la naturaleza muchos la aprenden tarde, después que se han pasado la vida luchando en vano contra todos los molinos de viento que les tocaron.
Aceptar dignamente los hechos es la mejor manera de trascenderlos y la mejor garantía para que las cosas mejoren.
Las luchas agotan las fuerzas en tanto que los desafíos llenan de entusiasmo y aumentan la energía.
Sentirse útiles y amados son grandes incentivos para vivir una vida plena, y esto no se puede comparar con la obtención de un título, que siempre estamos a tiempo de conseguir.
La vida es larga cuando vivimos intensamente cada minuto sin resistirnos.