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Impotencia masculina

Publicado por Betina Ganim

Podemos decir que tanto la frigidez como la impotencia son síntomas que aparecen con frecuencia en las consultas.

Si bien las mujeres son las que primero abordan esta problemática, los hombres pueden estar mucho tiempo antes de hablar, casi como una confesión, sobre su problema de “impotencia”.

¿Qué nos dice Freud sobre este síntoma tan frecuente (aunque no por ello abiertamente confesable) en los hombres?

En su texto de 1912, “Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa”, Freud comienza planteando que es un síntoma (después de las consultas por el lado de la angustia) por el que se le consulta más frecuentemente: “impotencia psíquica”.

Freud describe esta patología manifestándose como una ausencia de erección del órgano genital masculino. Y lo sitúa especialmente en hombres que gustan del sexo. Esto les ocurre aunque ellos estén excitados “psíquicamente”; es decir, aunque tengan ganas, el pene no responde.

Bien, los pacientes suelen, en sus elucubraciones, hacer el planteo de que esto les sucede con algunas mujeres, no con todas; por lo que sabe que tal inhibición de su potencia sexual parte de alguna característica del objeto sexual al que aspira. Hasta suele reconocer que en su “interior” suele aparecer ese impedimento, como algo opuesto a lo que él desea conscientemente.

Aún así, conociendo ciertas cuestiones respecto de esa impotencia, no pueden entender de qué se trata eso “interior” que aparece, ni cual sería esa característica del objeto sexual que produce tal impotencia.

En la primer parte de este ensayo, Freud reduce su indagación–para empezar a esclarecer la génesis de este síntoma- a que existe una inhibición en el desarrollo libidinal (recuerden cómo Freud había planteado ya estas cuestiones en su teoría de la sexualidad infantil) hasta lo que sería su culminación “normal”.

Freud habla de que existen en tal desarrollo, dos corrientes: la tierna, y la sensual. La tierna es la más antigua y corresponde a esa elección primaria infantil del objeto: los progenitores. La otra, la sensual aparece en la pubertad. Esta corriente libidinal se dirige a otras metas. Pasa que, recordemos, aquí opera la ley del incesto (la represión),por lo que esa libido va en busca de objetos por fuera de los progenitores.

Ahora bien, en este camino, dice Freud, hay dos factores que obstaculizarán su progreso: la frustración real en contra de su elección de objeto; y la atracción que ejerzan esos objetos primitivos de elección.

Si ambos factores tienen la intensidad suficiente, actúa el mecanismo formador de neurosis (que ya les he transmitió en posts anteriores)

Dirá Freud que para que haya impotencia psíquica es preciso que la corriente sensual no haya desaparecido del todo por la represión. Es así que, concientes de eso, la corriente sensual de estos pacientes busca objetos sexuales que en nada le recuerden a aquellos en los que ha depositado primitivamente la corriente tierna.

Por ende, se limita a elegir ciertos objetos.

Así, la vida amorosa de estos sujetos termina dividida: si aman, no desean; y cuando desean, no aman. Se dirigen a objetos a los que no necesitan amar, para mantener así a la distancia, su corriente sensual de los objetos que ama.

Si alguna característica del objeto que se eligió justamente para evitar lo incestuoso, aparece en él lo que Freud llama “impotencia psíquica”.

Es así que aparece en el hombre este rasgo de degradar al objeto sexual, para protegerse de tal perturbación. A la vez, que aparece una sobrestimación del objeto incestuosos o sus subrogados (los invito a volver a los posts sobre cómo aman los hombres, sus condiciones)