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La sexualidad también es cuestión de educación

Publicado por María Gómez

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Los hijos crecen. Dejan de ser niños adorables e inocentes y se adentran en la adolescencia, la etapa más temida por los padres. Es una época fascinante, en la que los jóvenes van moldeando su personalidad, buscan su identidad, su papel en el mundo. Además, se empeñan en reafirmarse y en dejar bien claro que son independientes y que ya saben todo lo que tienen que saber de la vida. Pobres ilusos, su recorrido sólo acaba de empezar.

Un aspecto que preocupa especialmente es el de la sexualidad. Los padres no tienen claro cómo abordar el tema con sus hijos sin parecer demasiado estrictos o pasarse de liberales. El caso es que es un tema delicado, peliagudo, cuya información debe ser real, verdadera. Igualmente, hay que intentar conducir al adolescente hacia un comportamiento sexual responsable, ante todo. Es preciso advertirle de los peligros de una sexualidad mal planteada en su conjunto.

Por tanto, debemos fabricar un ambiente de comunicación sobre sexo que no invada los espacios íntimos de los miembros de la familia pero que al mismo tiempo sea percibido con una dimensión de libertad tanto para preguntar como para responder sobre cualquier asunto relativo a este campo.

No debemos avergonzarnos de hablar de sexo con nuestros hijos pero tampoco hay que cruzar la línea que transmita un ápice de obsesión alrededor de este tema. Es un tema importante en la vida, pero no el que más, ni el único. La clave radica en vivir la sexualidad con felicidad, mucha serenidad, y también como un elemento enriquecedor pero no exento de cierto de grado de madurez y de sensatez. Para conseguir tal objetivo no hay otro camino que el del conocimiento, la adquisición de la información y la evidencia de las emociones que una sexualidad saludable debe proporcionarnos. En suma, es cuestión de educación sexual.

La dimensión psicológica de la sexualidad es determinante para que sea integrada de manera positiva en la identidad de cada persona. Es decir, vivir la sexualidad asociada al miedo, la angustia, el dolor , la culpa o la angustia provoca un rechazo hacia la misma, impidiendo el disfrute pleno, llegando incluso a eliminar cualquier conducta sexuada de los patrones comportamentales. Ésto, a la larga, compromete seriamente la capacidad de una persona de mantener una relación amorosa plena y confiada, lo cual le conducirá a repetidos fracasos sentimentales redundando en la percepción de incapacidad para tener una relación personal e íntima con nadie. Cuántos casos como el citado se evitarían con una buena educación sexual y un entorno idóneo para plantear dudas o situaciones relacionadas con este tema.

No es nuestro propósito describir al lector la mejor manera de plantear este tema en familia. Cada familia es única y particular y tiene sus propios códigos, por lo que resulta imposible delimitar un protocolo independiente a las circunstancias. Pero sí podemos esbozar unas afirmaciones que podrán guiar nuestra charla de alguna manera. Así, apoyémonos en ideas tales como que:

  • La sexualidad se vive de manera personal, no hay una norma general.
  • La sexualidad debe ser expresada bajo unos mínimos éticos. Los valores morales también tienen un papel regulador importante en el ámbito sexual.
  • La sexualidad no sólo tiene que ver con los genitales. Es en nuestro cerebro desde donde se fraguan las sensaciones placenteras, las emociones.
  • La educación sexual ha de ser intencionada, no la dés por hecha.
  • Tienes que estar siempre disponible para hablar de sexualidad con tus hijos, independientemente de la etapa de desarrollo en la que estén inmersos.
  • Proporciona información fiable y verdadera. Recurre a un especialista siempre que los consideres necesario.
  • Argumenta en contra de aquellas conductas que se desvían de lo saludable y se aproximan al terreno peligroso de las enfermedades de transmisión sexual o que son susceptibles de crear algún problema, físico o psicológico tanto al que las realiza como al que las recibe.