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¿Sexualidad en la infancia?

Publicado por Betina Ganim

Es en la cuarta de estas Cinco Conferencias sobre psicoanálisis de 1910, que Freud decide introducir eso de lo que él venía hablando: las mociones reprimidas, esas mociones de deseo sofocadas en los neuróticos por el mecanismo que él llamó Represión.

Comienza diciendo que sobre todo, tenía que decir que el psicoanálisis permite reconducir al enfermo desde sus síntomas a “impresiones amorosas”; esto quiere decir, que esas mociones de deseo reprimidas son sexuales, corresponden a la vida erótica del enfermo, dirá Freud.

Ciertas perturbaciones en la vida erótica han llevado al sujeto a enfermar. Algo que sitúa tanto en el hombre como en la mujer.

Obviamente, está advertido de que el público no le crea del todo… Pero él dice que es la experiencia la que le ha demostrado que esas mociones de deseo reprimidas, generadoras de síntomas, siempre tenían un contenido sexual. Aunque los pacientes desisten de hablar frecuentemente de su vida sexual, no se sinceran en esos temas; más bien la esconden.

Freud aquí sostiene que en el trabajo analítico con sus pacientes, él no se detiene sólo en cuestiones actuales que puedan haber generado su enfermedad, sus síntomas; sino que se remonta a la pubertad y a la primera infancia, donde dice que aparecen esas impresiones y esos hechos que generaron la posterior enfermedad.

Es así que Freud asevera que para eliminar esos síntomas, es preciso descubrir, para hacer consciente esas “huellas mnémicas”. Es decir, hacer consciente lo inconsciente. Así planteaba Freud en esa época, la cura.

Y se autoriza a calificar como sexuales a esas mociones de deseo de la infancia. Es evidente que el público se preguntara si entonces había que pensar y sostener que existe sexualidad en la infancia –cuando hasta el momento la infancia estaba dotada de pureza y exenta de sexualidad.

Pues bien, Freud dice que no es así, que no es que tampoco la sexualidad “le caiga” al niño del cielo, sino que el niño tiene pulsiones sexuales desde el principio, así entra al mundo, y luego de un desarrollo atravesado por etapas, surge la normal sexualidad del adulto.

Esta es la teoría “evolucionista” de las pulsiones, que Lacan, como un posfreudiano más releerá. Ahora, a diferencia de otros, Lacan eliminará el factor evolucionista de la sexualidad, para hablar más bien de un acontecimiento, algo del orden de lo real que se inscribe junto a la palabra. Pero ese es otro cantar.

Siguiendo con esta Conferencia de Freud, él plantea como decíamos, este aspecto evolucionista del desarrollo sexual del ser humano.

Es así que invoca –algo favorable para su tesis- a un tal Sanford Bell, miembro de la Clarck University, quien en 1902 publicó en la American Journal of psuchology, un trabajo llamado “Un estudio preliminar de la emoción y el amor entre los sexos”. En ese trabajo publicado solo unos años antes de los “Tres Ensayos de teoría sexual»(1905) de Freud, ese autor consideraba que la emoción que entraña el amor sexual no aparecía por primera vez en la adolescencia, como solía pensarse. Y conduce a verificar estas cuestiones en la existencia de ese amor que surge a los 3, 4 ó 5 años…

Freud concluye con que no le extrañaría que por ser americano, le crean más a este Bell que a él…

Y así hace referencia al caso que conocemos como Caso Juanito (del que en algún post anterior les he hablado)

De todos modos, Freud nunca desesperó -y allí tampoco- por que le crean; solo se limita a transmir sus verificaciones clínicas que sostienen su tesis.