No me puedo levantar, ¿tengo dysania?
Te acuestas todas la noches realizándote la solemne promesa de levantarte en cuando suene el despertador. Más aún, te lo vas a poner media hora antes y ya te has convencido de que no te va a costar nada saltar de la cama repleto de energía para afrontar un nuevo día lleno de actividades a realizar.
Tras una noche de plácido sueño, empiezas a escuchar un sonido repetitivo cerca de ti. Enseguida sabes que es tu despertador, tu cerebro asimila esa información pero tu cuerpo parece no haberse enterado de que es hora de empezar a movilizarse. Tu cerebro ya se encuentra en alerta, ero tu cuerpo sólo quiere permanecer más tiempo en reposo.
Me atrevo a afirmar que todos hemos sufrido un episodio de estas características. Nos ha costado diez o quince minutos activar cada músculo. No por ello padecemos dysania. Sin embargo, si necesitas unos treinta minutos para ponerte en nivel de activación, lo más probable es que sí. Si, además, despiertas confuso, con la mente nublada, el diagnóstico se va concretando.
Se considera, pues, un trastorno del sueño debido a situaciones de insomnio o de alteraciones en el patrón de sueño-vigilia debido a trabajos a turnos. Igualmente, se barajan causas de carácter emocional. Cuando los horarios del sueño se ven alterados y/o estamos sometidos a presiones laborales o personales, altos niveles de estrés o cualquier matiz que nos produzca cierto desequilibrio emocional, se produce un entorno susceptible de provocar dysania en el individuo.
Sufrir dysania tiene, irremediablemente, repercusiones en la vida diaria puesto que la persona suele levantarse irritada e irascible, lo cual puede ocasionar problemas sociales y de pareja. Además, retrasar el momento de activarse puede ocasionar retrasos al acudir a citas importantes o al trabajo, con lo que puedes ser amonestado o considerado una persona informal que no genera confianza.
Las recomendaciones de los profesionales aconsejan cuidar el contexto del sueño nocturno, dedicando el momento de acostarse a relajarse sin distracciones como el teléfono móvil o cualquier dispositivo electrónico. Tratar de no ocupar la tarde durmiendo es otra práctica que deberás eliminar si quieres deshacerte de la pereza extrema que invade tu cuerpo. El objetivo es alcanzar un descanso profundo y reparador que no muestre resistencia cuando sea la hora de poner el pie en el suelo.
Por tanto, atajar este trastorno pasa por modificar hábitos y costumbres y desechar el componente genético que frecuentemente achacamos a este tipo de conductas. La falta de motivación por lo que el día nos depara y la ausencia de energía para lidiar con todo lo que se avecina.
Dale la importancia que merece y esfuérzate por lograr que tu sueño alcance la fase REM puesto que es en ella donde se refresca la mente y se prepara para absorber nueva información cada día sin que notemos que estemos sobrecargados. Descansar la mente es terapéutico per se, así que el cambio que produzcas en el sueño repercutirá en otros ámbitos de tu persona sin apenas percibirlo, ni siquiera habiendo sido consciente de ello.