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Cuerpo e Histeria

Publicado por Betina Ganim

Como sabemos, o no, el psicoanálisis en sus orígenes, en su surgimiento, tiene a la histeria como hito. Esto es, la histeria en tanto exhibición de un cuerpo enfermo de una verdad que Freud creyó. En el sentido de que le dio lugar. Cuando todos trataban a las histéricas de mentirosas, teatreras y embusteras, Freud descubrió que en esas mentiras había una verdad, su verdad, que él llamó su realidad psíquica.

Lo cierto es que el cuerpo de la histeria rechaza el saber del Amo, en ese caso, rechazaba el saber científico de esa época, alardeando de alguna manera, de su propia división.

Freud hablaba de complacencia somática, y Lacan llamó a este fenómeno «rechazo del cuerpo».

cuerpo e histeria

Se puede decir que existe un doble rechazo: por un lado, el cuerpo histérico rechaza el saber de la naturaleza, es decir, rechaza su finalidad de autoconservación, si se quiere. Por otro lado, se trata del rechazo del cuerpo del otro (es por esto que hay tantos síntomas histéricos en relación a las relaciones sexuales en sí) por ejemplo manifestado en uno de los síntomas típicos que es el asco. Es así que aparecen problemas también en relación a la reproducción.

En este punto, es importante destacar que la histeria no es solo un rechazo, sino también una manifestación de una lucha interna. La histeria es una forma de resistencia, una forma de decir «no» a lo que se percibe como una imposición externa. Pero también es una forma de expresar una lucha interna, una lucha entre diferentes partes de uno mismo. Esta lucha interna puede ser entre el deseo y la represión, entre el yo y el superyó, o entre diferentes identidades o roles que uno puede asumir.

Tenemos un texto muy rico en Freud, de 1910, del cual he hecho un comentario hace mucho en este mismo blog pero que pueden revisarlo:»La perturbación psicógena de la visión según el psicoanálisis». Podríamos situar este texto como ejemplo paradigmático de lo que Lacan llama rechazo, y que podríamos leer también como paradigmático de la relación entre el cuerpo y la palabra.

En ese texto Freud se refiere a la ceguera histérica, ceguera de un ojo o parcial que tiene fundamento orgánico alguno que de cuenta de su etiología.

Para demostrar esto ante sus colegas, Freud recurre a la ceguera que se produce bajo hipnosis; es decir, en ese estado que induce el hipnotizador al paciente. Esto le sirve a Freud para demostrar que las cegueras histéricas son susceptibles de ser producidas de manera artificial, y que por eso no todas tienen esa causa orgánica que los científicos de su época intentaban comprobar y verificar.

Este texto freudiano establece una relación entre la pulsión y la representación. Tenemos que tener en cuenta que en esta época la división que hacía Freud d elas pulsiones era entre pulsiones de autoconservación(del yo) y pulsiones sexuales. Lo que podemos extrapolar al Lacan del Estadío del Espejo, cuando hablaba de un cuerpo especular y un cuerpo «orgánico».

Freud allí, podemos decir, nos presenta un cuerpo como campo de guerra entre las pulsiones del yo y las pulsiones sexuales.

El cuerpo histérico, de esta manera, se disputa entre la autoconservación y las pulsiones parciales fijadas en distintas partes del cuerpo (goce fragmentado)

En el texto freudiano tenemos que la ceguera de un ojo implica que un órgano deja de funcionar en dirección a la autoconservación (función de ver) y se impone como goce fragmentado, se emancipa del cuerpo como totalidad.

Freud lo explica a partir de la represión de pulsiones sexuales; una perturbación que encierra dos aspectos: que se trata de un fenómeno de verdad (en tanto hay represión de representaciones). Y por otro, una sustracción, que implica un goce autoerótico, que se goza, solo.

En este contexto, podemos entender la histeria como una forma de resistencia al orden establecido, tanto a nivel social como a nivel individual. La histeria es una forma de resistencia a la normatividad, a las expectativas y demandas que se nos imponen desde fuera. Pero también es una forma de resistencia a nuestras propias expectativas y demandas internas, a nuestras propias normas y reglas internas.

La histeria es, en última instancia, una forma de resistencia al poder. Es una forma de resistencia al poder del Amo, al poder de la normatividad, al poder de nuestras propias pulsiones y deseos. Es una forma de resistencia a la dominación, a la subordinación, a la opresión. Es una forma de resistencia a la alienación, a la deshumanización, a la cosificación.

FUENTE: MILLER, J-A «La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica»