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Del organismo al deseo

Publicado por Betina Ganim

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Retomando la temática con la que comencé el post anterior, y siguiendo al Seminario 5 de Lacan, podemos decir que lo que intenta explicar aquí Lacan retomando lo que sostienen los postfreudianos, especialmente la teoría de Winnicott, es que el niño al principio «alucina», pero después, en una segunda fase, por diferencia con el efecto frustrante, se da cuenta que hay algo más que él y ese «yo» se va haciendo cada vez más vivo -o no…

Pero esto, sostiene Lacan, no tiene nada que ver; no hay nada de eso porque todo esto está atravesado por los efectos de una simbolización.

Para darles una pista: si uno arranca de una ubicación del deseo (no en tanto necesidad originaria) y entonces uno se mueve de manera deseante a la búsqueda del objeto que la satisfaga, y ese objeto lo alucino, ahí empiezan los líos, en el proceso primario, ¿cómo conseguir después un objeto real?

En este punto, es importante entender que el deseo no es simplemente una búsqueda de satisfacción, sino que es una búsqueda de algo que está más allá de la satisfacción. Es una búsqueda de algo que está más allá de lo que podemos entender o incluso imaginar. Es una búsqueda de algo que está más allá de nosotros mismos.

Y si uno arranca del deseo como algo que habita exclusivamente la simbolización, entonces –esto ya estaba el Seminario 4- empieza a ser primordial la idea de un objeto faltante. Y eso es imposible de situar en ningún esquema de yo-mundo, de estímulo-respuesta, etc., de operaciones cognitivas y el medio.

Entonces, partimos de una primera simbolización, la que llamábamos la madre simbólica (los remito a posts anteriores) Antes de que venga la simbolización Nombre del Padre. Aún así, esa simbolización que se reduce a presencia-ausencia, ya está indicando una dimensión de falta distinta a cómo yo la voy a rellenar. Y hemos estudiado con Lacan también el objeto fálico como un relleno, un objeto que va a taponar eso, pero para entender todo lo que va a ir ocurriendo, es que lo tapa. Pero el deseo sigue evocando siempre una dimensión de falta.

En este sentido, el deseo es siempre una búsqueda de algo que falta, de algo que no está. Es una búsqueda de algo que no podemos tener, de algo que está más allá de nosotros mismos. Y es aquí donde el deseo se convierte en una fuerza motriz, en un motor que nos impulsa a buscar, a explorar, a descubrir.

Así que eso te cambia las cosas. Incluso si estamos en el proceso primario y decimos que ahí hay deseo, como decía Freud: un deseo inconsciente. Por más objetos alucinatorios que aparezcan, si el deseo está en esa simbolización, siempre termina ubicando un objeto único del ser humano y que es simplemente –no tiene otra definición- lo que falta. Un significante que todavía no está y cuando esté, el significante se corre de lugar. Y ya se va a algo que falta. Y tenemos allí toda esta cuestión de la metonimia del deseo.

Espero que esto quede claro, porque esta es como la base para reconsiderar todos estos temas que viene trabajando Lacan, que en la época del Seminario 5 era una tarea infernal, porque entre medio de todas las teorías psicoanalíticas que hablaban de esos temas, tratar de hacer valer este punto de vista, era todo un desafío.

Así que podemos decir que hay un nivel de pura necesidad, pero esto va a quedar quebrado para siempre porque por este efecto que puede pensarse perfectamente por apres-coup, cualquier cosa que hubiese estado o sido en términos de un organismo biológico, desde el vamos, por efecto mismo del simbolismo humano, de eso no va a quedar un organismo de necesidad, sino un deseante.

FUENTE: LACAN, JACQUES. EL SEMINARIO DE JACQUES LACAN, LIBRO 5, LAS FORMACIONES DEL INCONSCIENTE. ED. PAIDÓS.