Discurso capitalista y Goce
El post pasado hice referencia a este mandato superyoico que ordena un “cuerpo perfecto”, y de cómo este discurso epocal afecta también a los lazos sociales, a los vínculos sociales.
Jacques Lacan en el Seminario 17, El reverso del Pscioanálisis, plantea que la posición que el sujeto adopta en el lazo social depende de su lugar en el discurso. Allí mismo formaliza cuatro modalidades discursivas, que varían según el lugar que ocupe cada uno de sus elementos ($, S1, S2 y objeto pequeño a). Así tenemos el discurso histérico, el discurso Amo, el Universitario y el discurso analítico.
Luego, Lacan mismo hablará de un quinto discurso, que es el discurso capitalista. En ese Seminario Lacan dirá que no hay discurso que no sea del goce; lo que lleva a considerar que el sujeto solo hace vínculo a partir de su modalidad de goce. Por ende, no habrá lazo social alguno que quede por fuera del síntoma.
Por su parte, Jacques Alain Miller toma la posta y dirá que no hay exterioridad entre lazo social y síntoma; más bien, todo discurso, cualquiera sea su modalidad, tiene un imposible: tiene su síntoma. No hay manera de relacionarse dos sujetos que no sea por sus síntomas. Y el goce está allí, tiñiendo ese vínculo.
Podemos decir que es éste el aporte del psicoanálisis a la teoría de los lazos y los vínculos (lejos de las teorías vinculares que trabajan vía el yo)
En el siglo XXI ¿qué destino entonces para el lazo social? En este punto, será necesario extender esta pregunta a las modalidades de goce de los sujetos contemporáneos, a las nuevas formas sintomáticas de esta época que nos toca transitar, leer, y en donde en tanto analistas, debemos (en tanto decisión ética) intervenir.
Hay que decir que el síntoma reúne lo hétero y lo auto; es decir, lo que pasa por el Otro, y lo que es del orden del Uno, de eso que no se entrega al vínculo social, ese goce idiota, solitario, que habita a cada ser parlante.
Es así que el síntoma por un lado habilita el lazo, pero por otro lado, lo impide.
Porque hay que decir que el síntoma en la época de Freud era más bien una solución de compromiso entre fuerzas opuestas, pero hoy en día se trata de síntomas que no pasan por el Otro, que no aceptan soluciones de compromiso, que no rinde cuentas al Ideal, ni se oculta pudorosamente ante el Otro. Es un síntoma que no se dirige a ningún Otro.
Es decir, en esta época, esta modalidad sintomática tiene consecuencias en lo que llamamos castración, falta, deseo… Porque en el discurso capitalista, la castración se trata de manera diferente a la época victoriana.
Más bien, en el discurso capitalista hablamos de un rechazo de la castración, no se quiere saber nada de la falta, lo que entre otras cosas tiene efectos en los lazos entre ellos y ellas. Lo real del goce se juega en contactos virtuales, ‘touch and go’, nada de compromisos que toquen la castración…
La época del cada uno con su objeto, cada uno con su goce. Cada vez más narcisista, el sujeto contemporáneo solo rinde cuentas a sí mismo, lo que a veces vemos como disfraces de “autoestima”, cosa que se festeja tanto en algunas terapias conniventes con el discurso de la época.
FUENTE: SCILICET. AMP, 2014. «Un real para el siglo XXI»