El hipnotizado consigo mismo
Lo que intenté transmitirles trayendo una viñeta clínica, termina con esta cuestión de la temática del análisis del fantasma en un recorrido analítico, lo que podemos situar en el punto 3, y que J-A Miller alegoriza como «una especie de bandoneón».
En este caso que les traje lo tendríamos en una versión cerrada a ese bandoneón, que es ese puntito por lo cual este sujeto nunca está en la escena, siempre deja una sombra de sí mismo en las escenas, porque su cabeza está siempre «en Otro lugar». Ese es el rasgo de ideal que la paciente ha logrado circunscribir en su recorrido propio, como una especie de «hipnosis continua».
El obsesivo es una especie de hipnotizado de sí mismo; y es por eso que no se hipnotiza con nada…
El estilo de este paciente con las escenas de la vida cotidiana, no es de fascinación como sucede en el sujeto histérico, por ejemplo, aun hay hombres histéricos también…
Un «buen obsesivo» no funciona bien para los fenómenos de masas. Por ejemplo cuando se canta en las canchas de fútbol «el que no salta es…» tal cosa (un cántico clásico en Argentina al menos) un buen obsesivo no `puede entrar en la escena, o lo hace por demanda, para responder a la demanda de la masa; pero en realidad no se somete a esa «hipnosis de masas» porque está hipnotizado consigo mismo.
Pero, por supuesto, en cada caso esto toma su particularidad, una modalidad diferente. Solo que intento transmitirles un poco con este ejemplo esos efectos que produce la verificación de «siempre he sido eso».
Es allí donde podemos ubicar también las marcas de comienzo de un cierto duelo, porque está la parte de revelación de algo de goce y compromiso de deseo de la vida que se había perdido, que es en ese punto irrecuperable… Esos puntos en los que un paciente dice por ejemplo «No vi crecer a mis hijos, me perdí su infancia y su adolescencia, no disfruté mi juventud, no viví nada, simplemente viviendo como detrás de un cristal blindado, siempre estuve ahí, a fin de cuentas, en otro lugar, como si hubiera vivido eso pero nunca fui definitivamente yo».
Y una cosa es quejarse de eso, consultar con esa queja respecto de algunos lugares que habita, por ejemplo en el trabajo o en la pareja, y ahí empieza con sus síntomas, etc. Y otra cosa es esa angustia que surge en esa verificación de «siempre fui eso» que se da luego de haber transitado un recorrido analítico. Esa reducción que opera lleva a la conclusión de que ya no hay fantasías, no hay superyó, ya no hay rumiación de ideas, pero sí persiste esto de «irse a otro sitio».
Un punto al que se llega en una rememoración de escenas donde siempre fue «lo mismo»…Y el paciente de la que les hablé esta semana pudo llegar a ese efecto de verdad cuando pudo ligar su historia con una angustia que se le producía, muy vaga, exactamente a la misma hora que se acostaba los domingos, de niño, con sus hermanos, en su contexto familiar particular…
FUENTE: INDART, J.C. Seminario «La lógica de la cura» 1993