Conductas autodestructivas: El daño hacia uno mismo.
¿Qué son las conductas autodestructivas y que función ocupan? ¿Por qué nos dañamos a nosotros mismos?
Freud se ocupó ampliamente de observar y describir este tipo de conductas. Notó que ya desde la infancia el amor y el odio constituían mociones pulsionales que se desplegaban hacia los objetos y al mundo del niño. Así, la agresividad propia del estadio sádico-anal, justamente, constituye la necesidad de despliegue de una moción destructiva, que cumple una función constitutiva para el sujeto.
Para Freud las pulsiones agresivas o bien, se vuelcan hacia los objetos (Sadismo), o bien, retornan hacia la propia persona, siendo esto la característica del Masoquismo.
Luego, al constituir la Teoría de la Pulsión de Vida (Eros) y Pulsión de Muerte (Thanatos), Freud sostiene que existe una mezcla entre ambas pulsiones. Esa ambivalencia que había descrito anteriormente está ligada ahora a la mezcla y desmezcla pulsional, con las consecuencias que cada una de ellas implica.
La Pulsión de Vida tiende a la integración, a la construcción, a la unión.
La Pulsión de Muerte tiende a la desintegración, a la destrucción y a la separación. Por tanto, la mezcla pulsional está impulsada por la Pulsión de Vida y la desmezcla resulta en un predominio de la Pulsión de Muerte. Con este balance y relación dinámica que Freud propone se entiende que ante la desmezcla pulsional, habrá un predominio de la Pulsión de Muerte que podrá dirigirse o bien al mundo externo, o bien al propio sujeto.
Las conductas autodestructivas son un resultado del predominio de la Pulsión de Muerte. Son actos, que pueden ser explícitos, inconscientes o imperceptibles para el sujeto, pero que implican un daño hacia la persona propia, y pueden ejercerse de formas muy disímiles.
Muchas de las conductas autodestructivas que ejercemos no las detectamos como tales. Hay por supuesto, individuos que poseen una mayor tendencia autodestructiva que otros. Y en este caso, muchas veces la consulta psicológica puede ayudar a redirigir ese impulso.
La sublimación mediante actividades artísticas, por ejemplo, es un modo de tramitar esa pulsión destructiva de modo no dañino para el sujeto o para otros. Sin embargo, debe realizarse un trabajo previo para que ese movimiento sea posible.
Las conductas autodestructivas pueden ir desde el consumo de sustancias, o hábitos dañinos para el individuo (trastornos de alimentación: comer en exceso, «llenarse de comida», o padecer hambre, tabaquismo, alcoholismo, drogadependencia, entre otros), hasta rodearse de amistades o parejas que maltratan, celan e impiden el crecimiento, o «pequeños accidentes» que el sujeto sufre de manera reiterada, entre muchos otros.
Las conductas autodestructivas son acciones inconscientes que ubican al sujeto de manera reiterada en un lugar de padecimiento. Lo interesante que Freud va a plantear respecto a esto es que hay algo de placer y satisfacción en ese padecimiento. Por eso, es tan difícil para el sujeto dejar de hacerlo.
Las conductas autodestructivas pueden ir desde acciones sencillas y tal vez nimias, a verdaderas tragedias. De modo que en algunos casos es importante la terapia psicológica como modo de repensar la posición que uno mismo ocupa en eso que le pasa. De esta manera, se puede tomar responsabilidad.
Los sucesos dañinos dejan de parecer meros actos del destino y cobran relevancia como conductas que el sujeto puede propiciar o limitar. Se vuelve agente de lo que transita en su vida, y así, se abre a las posibilidades de cambio.