Goza!
Si hablamos del deseo y del goce tenemos que hacer algunas precisiones.
El deseo en la teoría de Lacan había estado íntimamente articulado con la histeria, y condensado en el axioma archiconocido lacaniano de «el deseo es el deseo del Otro». En esta afirmación queda plasmada la función dialéctica del deseo, en tanto se constituye en relación a Otro.
Esta cuestión dialéctica del deseo tiene en cuenta la demanda, en tanto la demanda siempre es al Otro, y del Otro. La demanda, dice Lacan, no hay que satisfacerla. Y esto, como con muchas otras cuestiones en la enseñanza de Lacan, llevó a múltiples estereotipos del analista lacaniano. Porque entendían que no responder a la demanda implicaba decir todo que no, estar en silencio sepulcral, no responder a nada…
Esto, dice Miller, es una «aberración», y lo comparto, ya que la demanda de la que hablamos aquí es una demanda inconsciente, y es en ese plano en el que no hay que responder…
Sabemos que Lacan escribe la pulsión incluyendo la demanda ($ losange D) ¿cómo entenderlo entonces si no es planteando la demanda como inconsciente?
La cuestión es que tanto el deseo como la demanda, implican una relación con el Otro.
Ahora bien, si hablamos de goce, este no es un término que provoque tanta simpatía; de hecho, ya no estamos en este plano dialéctico. En principio, no implica una relación al Otro. Para dar cuenta de que el goce es goce del Otro hay que hacer un recorrido amplísimo; no es de entrada un axioma posible -como lo vimos en relación al deseo.
Si hablamos de goce, el punto de partida, es el cuerpo, en tanto es solo a partir del cuerpo que puede aprehenderse algo del goce.
El deseo tiene esa plasticidad en tanto está vinculado al significante, a la cadena y a sus cambios. Por eso decimos que el deseo se caracteriza por una cierta ductilidad y plasticidad que el goce desconoce; en tanto goce y significante tienen una relación excluyente.
Lacan concluía que no sabemos de qué goza un molusco, por ejemplo, porque allí cuerpo y goce están pegados; no hay significante que permita establecer una distancia entre ambos. Entonces, decimos que solamente podemos hacernos una idea de qué es el goce cuando se perdió, cuando hablamos de él, o cuando lo buscamos…
En la teoría psicoanalítica es justamente el deseo el que hace límite al goce del cuerpo. Así, Lacan de alguna manera cambia su manera de abordar el deseo diciendo que éste es una defensa contra el goce.
El goce no plantea armonía alguna, el goce aparece como una perturbación a nivel del cuerpo. Y es un error que lleva al fracaso creer que la terapia analítica implica restituir un acuerdo con el goce.
Podemos decir que este tipo de abordajes tenía cierto éxito en la Antiguedad; pero a partir de que el discurso de la ciencia comanda nuestras vidas, estamos muy lejos de poder hacer armonizar el cuerpo con el goce.
Esto no funciona precisamente porque en nuestra época lo que comanda la vida de los sujetos es justamente un imperativo: Goza!
FUENTE: MILLER, J-A. «Recorrido de Lacan. Ocho Conferencias»