La artimaña neurótica
Retomando un poco lo que venía diciendo respecto de dialéctica de la demanda y el deseo, del sujeto y del Otro, es en la encrucijada de ambas demandas (la del sujeto y la del Otro) que el deseo se aloja, el deseo como lo que no se puede decir, esa parte de la demanda que se oculta al Otro, tras el velo que permite cubrir el objeto.
Ese objeto no es más que una nada, esa nada que se funda en el mismo momento que se produce la privación que constituye al sujeto. Ese objeto llamado por Lacan «objeto a», es el residuo irreductible al campo del Otro; es decir, imposible de ser asimilado por lo simbólico, por el significante.
La impotencia del Otro tiene su raiz justamente en este punto. Tenemos en Freud un sueño que ilustra muy bienes este punto «él no sabía que estaba muerto», donde se elide lo que estaba enunciado (según su deseo…)
Respecto de este sueño, podemos decir, para no extendernos demasiado en el ejemplo, que la clave de la artimaña, de la estrategia neurótica tiene que ver precisamente con sostener el no saber del Otro. Y es mejor que el Otro demande no saber, lo que pone al resguardo la consistencia imaginaria del objeto, ocultándolo. Pero, de manera paradójica, justamente el «no saber» es lo que avala la respuesta del Otro.
Ocurre que la trampa del neurótico consiste en que pude encontrar de esta manera otras formas de obtener respuestas frente al encuentro con el deseo que recorta del entrecruzamiento de las demandas.
En el caso del sujeto obsesivo, la estrategia cambia de dirección: el obsesivo busca asegurarse por todos los medios de que el Otro sepa.
La estrategia histérica es presentarse como un signo en el que el Otro podría creer, para después decepcionarlo…
Tengamos en cuenta que los síntomas neuróticos, según lo que Freud propuso de acuerdo a su estructuración, se establecen en función de esa categoría del «saber». En el Caso Dora, tenemos por ejemplo el síntoma de la tos. Es decir, si la tos la consideramos como un síntomas e porque tiene una función significante. Tiene un sentido vinculado a la impotencia paterna (dada la impotencia sexual del padre de Dora, aparece la fantasía de gelación entre él y la Sra K y el síntoma de la tos aparece en ese punto)
Este síntoma, en tanto formación de compromiso, dice algo «sobe ele sexo», allí donde decir algo es imposible.
Respecto de la castración, saliéndonos ya del caso Dora, es lo que aporta las coordenadas de la angustia en el momento en que el armado neurótica cae, desfallece, deja de funcionar… Es en el encuentro descarnado con el deseo del Otro, que el sujeto no sabe qué es como objeto para ese Otro. Y en ese encuentro no hay un «factor común» que parte una medida al deseo (como sí ocurre con el significante fálico). Ese encuentro con el deseo del Otro, con el «¿qué me quiere»? hace aparecer la dimisión del objeto bajo la dimensión clínica de la angustia.
FUENTE: EXTENSIÓN 5. CÁTEDRA DE PSICOPATOLOGÍA, UNLP. ED. DE LA CAMPANA, LA PLATA, ARGENTINA