Política del psicoanálisis
Les decía que más allá de suponer una relación de oposición entre la cuestionada «neutralidad» analítica y el deseo del analista, se puede pensar una unión entre ambos conceptos a partir de introducir la interpretación.
Digamos que hay que ser neutral en tanto que el analista no debe interpretar desde sus propios ideales, valores, identificaciones, etc.; el analista no debe introducir significaciones propias en las asociaciones y elucubraciones del paciente.
Un analista sin fantasma, depurado (como efecto de su propio análisis) para interpretar; esta es la noción de «muerto» que tenemos en Lacan cuando hace referencia a la posición del analista en la cura, en cuanto a su ser, en el famoso Escrito «La dirección de la cura y los principios de su poder».
Para que el analista «pueda hacer el muerto», debe depurarse, en relación a su yo, sus ideales propios, etc.
Aquí se abre una relación entre esta neutralidad (hacer el muerto) y el sujeto en tanto vacío -el analista no deja de ser un sujeto. En este caso podemos hablar de la neutralidad obsesiva y de la neutralidad histérica.
La neutralidad obsesiva implica sostener un otro sin deseo -por eso pone su yo al servicio de la demanda de ese Otro, para mantener al otro sin deseo. Todo lo hace para responder a la demanda del Otro, como si hiciera las cosas «a sola demanda».
La neutralidad histérica tiene otra relación con el Otro: la histérica suele comprometerse con el deseo de tal modo, que al momento de ponerse en juego ese deseo, ella se mantiene neutral. En el momento de encontrase con ese deseo, desaparece, barrándose como sujeto., y aparecen estas frases del tipo: «ay, no me di cuenta!» o «ah, yo no sabía, no entendí…»
Bueno, tal vez se reconozcan en estos tipos de relación a la neutralidad…o no.
Es por eso que esta posición, la posición histérica es la que cuestiona precisamente la neutralidad; porque el analista también presentifica algo, no solo es del orden de la representación el lugar del analista, algo es… Y ahí ya este concepto de «neutralidad», como concepto técnico más que nada, nos queda «corto» para poder leer la acción analítica que va más allá del significante, más allá de la interpretación significante.
Hay que tener en cuenta que el deseo del analista va más allá de la clínica, no hay que reducir el deseo del analista a un operador técnico en la cura.
Por ejemplo, dice J-A Miller,que en ámbitos de política psicoanalítica no se quiere saber mucho con el deseo del analista; más bien prefieren la neutralidad…
Pero entonces ¿qué es el deseo del analista más allá de la cura, de la clínica en sí? Pues por ejemplo ese deseo que se involucra en que se sostenga la marcha del psicoanálisis en la cultura, el deseo de enseñar y transmitir, y que no se desentiende de cuestiones de política institucional.
Es así que el psicoanálisis lacaniano de un psicoanalista implica que política y clínica están anudados, fundamentalmente en el dispositivo creado por Lacan que es el pase, que verifica un nuevo deseo: el deseo del analista.
En la Escuela creada por Lacan se trata de que los analistas se responsabilicen del progreso y permanencia de la misma, como órgano político del psicoanálisis.
Continuaré en el siguiente post exponiendo estas cuestiones.
FUENTE: Revista La Cita núm.4.