La política de la cura
Dijimos en el post anterior que si el psicoanálisis es una acción, es en tanto implica una praxis orientada a intervenir sobre el goce, sobre el hueso de lo real. ES a ese lugar al que apunta la interpretación, que solo será considerada exitosa en tanto «toque» el goce que entraña el síntoma.
La acción del analista irá dirigida a un final, al final de análisis.
Conocemos la tríada que aparece en el escrito lacaniano «La dirección de la cura y los principios de su poder»: táctica, estrategia y política definen la cura. Interpretación, transferencia y falta en ser.
La política domina de alguna manera los otros dos términos, en tanto la dialéctica en que se articula esta tríada tan conocida y remanida.
¿Pero qué es la política cuando hablamos de psicoanálisis de orientación lacaniana?
Más allá de los usos degradados que tiene el concepto de política en nuestra sociedad actual, la política en el campo psicoanalítico entraña acepciones bastante específicas.
Esa jerarquía que les señalaba antes -la política dominando la táctica y las estrategia- nos permite afirmar que al terreno de la política del psicoanalista en una cura, pertenecen las condiciones de posibilidad para que se de un análisis como tal. Es decir que la política es la que condicionará que un espacio analítica se abra. Del mismo modo que determinará un final del análisis que es hacia donde la cura se dirige.
Si tenemos en Lacan esta jerarquización de lo que es una cura, poniendo como principio ordenador la política, es porque el analista -lo sabemos bien aquellos que practicamos el análisis- pude fallar en una interpretación, por ejemplo. Es decir, la táctica pude fallar. Lo mismo ocurre con la transferencia y las coordenadas de su establecimiento en un tratamiento analítico, la estrategia, o la lectura que el analista puede hacer de su lugar en la transferencia puede variar.
Pero si el analista no tiene clara la política, si no sabe muy bien hacia dónde va, hacia dónde se dirige; o si va en sentido contrario al que se propone, entonce seguramente no habrá psicoanálisis. Puede haber cualquier otra cosa, una terapia, efectos terapéuticos, puede ser una charla con el paciente, o cualquier cosa. De hecho en este escrito sabemos que la discusión política está con los postfreudianos que teorizan sobre el final de análisis por la vía de la identificación con el analista como ocupando el lugar del Ideal del Yo, o del Super Yo o del Yo…
Lo que Lacan plantea hacia el final del apartado IV es que cualquiera sea el final de análisis que plantean los postfreudianos, tiene que ver con significantes, y rescata justamente lo que queda entre los significantes: la falta en ser.
Lo cierto es que para continuar con esta cuestión, con este debate político, Lacan dice que hay que poner al analista en el banquillo -de hecho él mismo se sienta allí, para hablar de cómo actuar (el analista) con su propio ser, de qué se trata el ser del analista, y cuál es el resorte de su acción?
FUENTE: LACAN, J. La dirección de la cura y los principios de su poder. En Escritos 2.