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Pulsiones sexuales

Publicado por Betina Ganim

Respecto de su teoría sexual en la infancia, Freud convoca a los presentes en su Conferencia, a que lo sigan en su teoría, que dejen la duda y lo acompañen en lo que dirá luego.

Invita al público a apreciar esa sexualidad infantil; a aceptar que es notable en los primeros años de vida de un sujeto una cierta actividad sexual.

Lo que dice Freud es que claro, esa actividad sexual está desintegrada, digamos, en una descomposición tal que se generan a partir de muy diversas fuentes.

Fundamentalmente deja claro que toda esa actividad sexual infantil de la que habla, es totalmente independiente de la función de reproducción que suele atribuirse a la vida sexual.

Sino que en el niño, esa sexualidad tiene que ver con los diversos tipos de sensaciones de placer que pueden generarle diferentes vivencias. Estas vivencias suelen localizarse en zonas, que llamará “zonas erógenas”. Esos sitios del cuerpo del cual se obtiene cierta ganancia de placer.

Y sitúa de esta manera, la zona de los genitales, la boca, el ano, la uretra, la piel, entre otras de las tantas superficies susceptibles de placer que tiene el cuerpo humano.

Freud recuerda al público que en esa etapa de la vida, el infante obtiene placer en su propio cuerpo, lo que a partir de H. Ellis llama “fase autoerótica”.

Aquí nos da Freud el ejemplo del “chupeteo”. En esa succión que se produce (ya sea del pecho materno como del chupete o el biberón) la zona estimulada es la boca.

También es notable que en esta época aparezca la masturbación. Algo que los padres suelen no soportar demasiado… Esto tendrá una gran significación en la vida adulta, ya que es algo que no se elimina del todo. Es algo de la sexualidad infantil que persiste luego.

Junto a estos quehaceres sexuales, empiezan a aparecer los relacionados con un objeto exterior, lo que le permite a Freud hablar de pulsiones sexuales activas y pasivas, ubicando el sadismo y el masoquismo respectivamente. Dice también que es a partir de estas pulsiones que se desprenderán más tarde, de las primeras “el apetito de saber”, y de las últimas lo que de exhibicionismo tiene todo lo artístico y actoral.

Asimismo, existen otras actividades sexuales en la infancia, que ya tienen que ver con la “elección de objeto”, dice Freud en este recorrido.

Pero dirá más bien que esta elección se trata más bien de un objeto externo que ha servido más bien a sus pulsiones de autoconservación: por ejemplo, el pecho materno. De este objeto del que obtiene un placer oral a la vez lo alimente.

Esta aclaración vale la pena, porque aún no hay diferenciación sexual en el niño (Con Lacan diremos que el falo, en todo caso, es un referente para ambos sexos: se lo tiene o no se lo tiene)

Y esto Freud lo dice porque sostiene que en esa vida sexual infantil aún está “disociada”; es decir, que las pulsiones, cada una de ellas, obtendrá su placer, independientemente de las otras.

Y en esta evolución, toda esa vida rica pulsional pero diseminada, se unirán en una síntesis para concluir en la pubertad, donde la mayoría de las veces queda definido el carácter sexual del sujeto.

Es así, que en esta evolución de la vida sexual del individuo, que Freud puntúa en esta Conferencia, esas pulsiones separadas, quedarán subordinadas en la pubertad, al “imperio” de los genitales. Es a partir de esta subordinación que el fin de la reproducción tendrá en esta etapa su importante valor.

La satisfacción de aquellas zonas desperdigadas conservarán un valor que Freud dirá tendrá que ver con los momentos preparatorios del acto sexual en sí.

Para concluir por hoy, con Freud decimos que no todos esos componentes de la vida sexual infantil participan de la vida sexual activa, porque sobre ellos ha sobrevenido la represión proveniente de la educación, por lo que aparecen lo que conocemos como los “diques anímicos: asco, vergüenza, la moral, que impiden que todos esos placeres salgan a la luz.