Mentiras y Consecuencias
La mentira interrumpe el flujo armónico de la vida
Muchos mienten para ocultar sus verdaderas faltas y también para cubrir las apariencias y el resultado es una cataratas de mentiras que sólo terminan cuando se descubre la verdad.
Los cuentos antiguos tenían la doble finalidad de entretener y al mismo tiempo transmitir enseñanzas ancestrales.
Hace mucho tiempo, en China, había un sastre que vivía feliz con su trabajo.
Un día, pasó por su tienda un hombre con una joroba, que cantaba muy bien acompañado de un tamboril.
El sastre pensó que a su esposa le agradaría divertirse un rato y decidió invitarlo a su casa a cenar.
Entre risas canciones y cuentos picarescos, el jorobado tragaba grandes bocados con rapidez, entusiasmado por la atención que la pareja le dispensaba. Pero inesperadamente, se atragantó con una espina de pescado que le impidió respirar y cayó muerto.
Azorados por semejante accidente y sin poder hacer nada para revivirlo, ambos pensaron que estaban perdidos, porque nadie iba a creer que lo que había pasado había sido un accidente.
La mujer le propuso a su marido llevarlo a un médico que vivía cerca haciéndolo pasar por un enfermo grave. A su esposo la idea le pareció buena de modo que partieron los dos cargando al jorobado.
Los atendió la criada y le dieron a la mujer una moneda de oro de gran valor como anticipo, para que el médico atendiera el caso con urgencia y cuando ésta se dispuso a ir en su búsqueda, el sastre y su esposa aprovecharon para dejar el cadáver en medio de la escalera, huyendo después a toda prisa.
El doctor, entusiasmado por la valiosa moneda y creyendo que se trataba de gente rica, corrió a la puerta bajando precipitadamente las escaleras, tropezando con el muerto, que cayó con él hasta la puerta de calle.
Creyendo que el hombre que estaba enfermo había muerto por la caída, pensó que lo acusarían de asesinato, porque nadie creería que había sido un accidente, por lo tanto decidió deshacerse del cadáver.
Ayudado por la criada y su mujer lo dejaron deslizar con una soga por la chimenea del vecino, que era un mercader de aceites, con tanta suerte que cayó parado, quedando apoyado contra la pared como si estuviera vivo.
Cuando el dueño de casa lo descubrió oculto al pie de la chimenea creyendo que se trataba de un ladrón, tomó un palo y lo derribó de un fuerte golpe.
Cuando se acercó a él se dio cuenta que estaba muerto y creyó que él lo había matado.
Desesperado pensó que si encontraban el cadáver en su casa, la justicia lo juzgaría por asesinato, por lo tanto, decidió desprenderse del cuerpo.
Lo cargó sobre sus hombros, salió de su casa con la intención de encontrar una calle desierta y dejó el cuerpo del infortunado, arrimado contra una puerta, y huyó después a toda prisa.
Un corredor de mercancías que volvía a su casa después de haber estado con sus amigos en una taberna, se acercó a la puerta donde estaba el muerto; y como estaba ebrio, creyó que era alguien agazapado que quería robarle.
Justo cuando le estaba dando puñetazos, una patrulla que pasaba por allí lo vio y lo llevó preso y como no había testigos fue acusado de matar al jorobado, cargo que el corredor no pudo negar porque él le había pegado.
Fue condenado y cuando estaban a punto de ejecutarlo apareció el vendedor de aceite que gritando se declaró culpable.
El corredor fue liberado y en su lugar el vendedor de aceite fue condenado. Pero cuando el verdugo se disponía a cumplir la condena, apareció el médico que desesperado se declaró culpable.
El vendedor de aceite fue liberado y cuando el verdugo iba a ejecutar al médico, llegó el sastre chino, que sollozando contó toda la historia de la muerte accidental del jorobado, que por haberse tragado una espina había muerto ahogado, y que él se consideraba culpable por haberlo invitado.
Asombrado por la ocurrencia de tan curiosos hechos, el rey perdonó a todos y ordenó escribir la historia completa para que quedara para la humanidad un ejemplo más del valor de la verdad.