Controla tus impulsos
Algunos desinformados proclaman sin cesar la libertad de expresión cuando en realidad están defendiendo la impulsividad de personas que no saben controlar sus actos o palabras. Se les permite todo en detrimento incluso de los daños que pueden ocasionar a otros individuos. Al sentirse arropados, no sienten culpa y esas conductas son reforzadas por lo que, previsiblemente, serán repetidas en futuras ocasiones.
Mucho mejor funcionaría el mundo si, desde la infancia, los seres humanos nos preocupáramos de proporcionar los recursos necesarios para el desarrollo del autocontrol fuera a acorde con el desarrollo evolutivo. Estrechamente relacionada con aquél, la fuerza de voluntad debe ser entrenada como un músculo más de nuestro cuerpo.
A lo largo de la vida, nuestros impulsos nos conducen a situaciones y conflictos que habrían sido evitados de habernos controlado. Normalmente, aparecen sentimientos como el arrepentimiento, la culpa o la decepción creando malestar, incluso por la ruptura de relaciones sociales tras algún episodio desagradable.
El primer paso para gobernarnos es observarse a uno mismo para conocer qué estímulos encienden la mecha y cómo reaccionamos cuando el volcán entra en erupción. Cuando se presenten frena la reacción impulsiva sustituyéndola por el estudio de las consecuencias que puedan tener tus actitudes. Pospón tu lado más irracional, distánciate si es necesario durante un tiempo.
Aprende a pensar antes de actuar, en la medida de lo posible. Tus respuestas y reacciones serán más adecuadas y, posiblemente, más productivas. Analízalas e intenta comprender qué te lleva a acabar perdiendo el control para poder actuar en su contra.
Hazte resistente a la frustración para no caer en el nerviosismo extremo. Tolerarla te proporcionará un poder sobre ti mismo tan beneficioso que conseguirás una ventaja considerable en cuanto a autocontrol se refiere. A no ser que quieras comportarte como un niño enrabietado cada vez que no consigue lo que quiere o que sus necesidades no son cubiertas de inmediato.
Practicar deporte o actividad física es otro elemento anti-impulsos puesto que libera tensiones y mantiene el estrés a raya. Es un remedio sumamente rentable tanto económicamente como emocionalmente. Muchas veces, nos encontramos con una perspectiva diferente de las situaciones mientras liberamos endorfinas.
Es importante saber canalizar nuestras emociones, sobre todo las negativas, si queremos evitar que se nos escape alguna palabra de más. El deporte es un gran canalizador, pero también lo son las actividades manuales, o la lectura, aunque cualquier afición que se practique servirá para tal fin.
Aprender de los errores pasados también es de gran ayuda ya que nos brinda información valiosa para delimitar los objetivos y metas a alcanzar. Para cambiar, tendremos que saber qué exactamente queremos modificar y cómo hacerlo.
No podemos terminar el artículo sin recordar aquella estrategia que la sabiduría popular ha transmitido de generación en generación y que funciona. Contar hasta 10 siempre da un pequeño margen para poder mitigar la furia interna y dejar un espacio para la cordura o la razón.
Aporta tu grano de arena dando ejemplo a las generaciones futuras y no te dejes llevar por tus instintos primitivos. Plántales cara y demuestra que el ser humano es capaz de manejarse controladamente hasta en situaciones extremas.