Terapia Cognitivo Conductual
Libérese de pensamientos que lo hacen sentir mal, haciendo una terapia cognitivo conductual.
Hasta no hace mucho tiempo, para el tratamiento de depresiones y trastornos obsesivos compulsivos, muchos psicólogos se centraban en las causas internas profundas de tales perturbaciones, lo cual demandaba largos períodos de tiempo.
La vida moderna y los altos costos profesionales exigieron la implementación de una modalidad terapéutica más ágil que en muchos casos resulta una solución eficaz.
Técnicas cognitivas y conductuales combinadas son las que dan lugar a una terapia cognitivo conductual. El enfoque terapéutico es de objetivos limitados, se centra en el motivo de la consulta e intenta obtener resultados.
Por medio del condicionamiento clásico se logran la extinción de las conductas que se desean erradicar y el aprendizaje de comportamientos más adecuados para la adquisición de nuevos hábitos.
La cognición se relaciona con el proceso de percepción, porque cada individuo es único y tiende a ver las cosas en forma diferente según sus experiencias, valores, prejuicios, creencias, preferencias, estados mentales y nivel de conocimiento. Pero también se observa una tendencia común hacia el fracaso, una visión negativa del futuro y del mundo, en los pacientes depresivos.
Los pensamientos son los que causan las emociones y los patrones cognitivos negativos originan estados emocionales depresivos que se tratan de encubrir con síntomas obsesivos.
Es necesario detectar durante la terapia las situaciones que deprimen al paciente y cuáles son los pensamientos negativos que le sugieren cuando éstas ocurren.
Es indispensable que la persona pueda evidenciar la ineficacia de las conductas implementadas en esas circunstancias y pueda apreciar los sentimientos negativos y la experiencia que le proporcionaron.
Se deben identificar los pensamientos irracionales y tratar de reemplazar esos viejos hábitos por otros más positivos.
No se trata solamente de pensar en positivo sino de generar una mayor autoestima mediante una correcta auto evaluación del paciente que le permita ser más optimista.
El tratamiento cognitivo corrige las distorsiones de la percepción y produce una reestructuración del pensamiento.
La persona depresiva tiene una visión negativa de sí mismo, de los demás, del futuro y del mundo.
El abordaje terapéutico se centra en las creencias, las emociones, los síntomas físicos y el comportamiento del sujeto, es decir, cómo piensa, qué siente, qué dificultades tiene y cómo se comporta.
El interés del terapeuta no está puesto en averiguar por qué esa persona piensa de una determinada manera, ni por qué tiene esos síntomas, sentimientos y comportamientos; sino en hallar la forma de resolver estos problemas.
Esta forma de psicoterapia comenzó a desarrollarse en la década de los años ochenta, tiene fundamento científico y una alta eficacia. Abarca la atención de pacientes con problemas emocionales y mentales y lo ayuda en la búsqueda de su orientación existencial.
Uno de los precursores en llevar a la práctica esta modalidad terapéutica combinada, fue el psiquiatra norteamericano Albert Ellis, recientemente fallecido, que desilusionado de las terapias psicoanalíticas se atrevió a desarrollar esta operativa que propone al paciente modificar sus emociones negativas y dañinas por nuevos comportamientos más saludables.
Experimentó en carne propia la timidez siendo muy joven y se decidió a practicar una técnica propia para liberarse de este sentimiento de inseguridad que lo perturbaba, sentándose en el banco de una plaza y proponiéndose hablar con todas las mujeres que pasaran.
Se dio cuenta que ninguna de las más de cien mujeres que tuvo que enfrentar, lo trató con desprecio ni lo insultó o llamó a la policía, como él pensaba.
Su pensamiento de que sería tratado en forma despectiva o rechazante estaba equivocado y pudo entonces reemplazarlo por otro de mayor confianza en él mismo y en los demás.
Ellis decía que creemos que necesitamos sentirnos amados por todo el mundo, tenemos prejuicios sexuales, religiosos, raciales y no aceptamos las cosas como son en realidad.
Nos sentimos víctimas y tendemos a eludir las situaciones amenazantes en lugar de enfrentarlas, porque no confiamos en nosotros mismos pensando que tenemos que destacarnos en todo lo que hacemos, que las heridas recibidas nunca cicatrizarán, que tenemos que controlar todo, que el sufrimiento es necesario y que las emociones nos pueden controlarse.
Nosotros mismos podemos liberarnos de todas estas ataduras y atrevernos a ser quien queremos ser.