Niños agresivos
Siempre han existido los niños agresivos que expresan su fiereza de manera verbal, gestual o física. Niños que reaccionan con pataletas, insultos, manotazos, gritos exagerados, o mordiscos cuando una situación les causa frustración. Ante semejantes rebeldías, es usual asistir a escenas donde los padres y educadores actúan desorientados porque se sienten perdidos, sin saber cómo atajar esas conductas.
Se considera normal las respuestas de enfado ante momentos puntuales puesto que los niños no disponen de conocimientos ni herramientas para protestar ante situaciones negativas. Serán las consecuencias de esas conductas las que determinarán su extinción o su perdurabilidad. Por supuesto, las consecuencias deben ser (correctamente) administradas por el adulto de turno de manera que el niño perciba que esos comportamientos no son adecuados y acaben remitiendo.
Es frecuente que algunas muestras de agresividad sean motivadas por una necesidad de atención por parte del niño. Tendremos, pues, que estar preparados para remediar este hecho y enseñar al niño que esa estrategia no le ayudará a conseguir lo que quiere.
Así, lo que marca que nuestro hijo sea etiquetado como agresivo es la estabilidad en el tiempo y en los contextos de estos comportamientos.
La influencia del medio en la aparición y mantenimientos de actuaciones agresivas es importante, de modo que, si en el entorno se experimenta agresividad, el niño tendrá altas probabilidad de repetir ese patrón de conducta a lo largo de su proceso evolutivo.
Durante la primera infancia, los niños absorben toda la información que les rodea, copian, imitan y se fijan en todo lo que hacen sus modelos, los cuales deben servir de ejemplo ejerciendo su labor con responsabilidad y compromiso. Para facilitar esta tarea, exponemos algunas técnicas que han demostrado su eficacia siempre que su aplicación se haga con rigor y bajo el principio de contingencia, pues los niños comprenden las consecuencias a corto plazo, no tienen aún conciencia de las consecuencias a largo plazo.
Registro de conducta
Necesitamos una visión objetiva de los hechos. Para ello, los familiares y los profesionales den entorno educativo tienen que colaborar en la observación y anotación de las conductas problema. Se recomienda describir la conducta enmarcada en la situación: qué ocurre, cómo, duración y personas presentes. Cuanta más información tengamos, mejor podremos planificar la intervención.
Aplicar consecuencias
Cuanto antes aprendan los niños que sus actos acarrean unas consecuencias, mejor asimilarán el aprendizaje. Según Esas consecuencias les proporcionen agrado o desagrado, mantendrán o eliminarán las conductas que las desencadenaron.
Refuerzo
La idea es conseguir que el niño perciba como consecuencia de su comportamiento algo agradable. De este modo, conseguiremos que incremente la frecuencia del tal comportamiento.
Extinción
Se produce al provocar una ausencia total de consecuencias a la conducta a través de la cual no habrá posibilidad de obtener nada. Pretende la disminución de la conducta.
Castigo
Imponer una consecuencia negativa o retirar una positiva disminuyen la tasa de respuesta futura. Ha de ser inmediato, poco frecuente y consistente.
Tiempo fuera
Cuando, sistemáticamente, tras la conducta agresiva, aislamos al niño de cualquier interacción y de la actividad que se está realizando durante un tiempo preestablecido, estaremos aplicando la técnica de tiempo fuera.
No tengas miedo de incluir estas técnicas en tu manejo diario de conflictos con niños, verás los resultados rápidamente y conservarás un estado de calma jamás imaginado.