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Comportamientos pasivo-agresivos, ¿cómo reconocerlos?

Publicado por Lic. Maria V.

Las características pasivo-agresivas fueron descriptas por primera vez por Wilhelm Reich, luego de la Segunda Guerra mundial, al haber notado frecuentemente estas actitudes en los soldados.

Pasivo-agresivo implica, en esencia, que la agresividad no es manifestada abiertamente. Por esto, el resentimiento se manifiesta de modo pasivo, sin confrontación, pero llevando a cabo acciones que expresen ese enojo.

Por poner algún ejemplo, podemos mencionar, que un individuo acepte un trabajo de buen grado, mostrándose complaciente. Para luego, postergar su ejecución, incluso no cumpliéndolo en absoluto.

Como este, hay gran cantidad de comportamientos de este tipo, marcados por la inestabilidad emocional, la adjudicación de culpas y la evitación, que son sumamente frecuentes y que podremos encontrar en uno mismo y en otros.

Cuando estos comportamientos son reiterados y conforman un patrón de conducta, puede acarrear serios problemas en la vida afectiva y laboral del sujeto y de su entorno.

Siempre hay dos caras presentes en el funcionamiento pasivo-agresivo. Una, la que se muestra, en la que no se manifiesta conflicto explícito alguno. Y otra, con resentimiento, que es la que dirige ese impulso agresivo oculto.

Estos comportamientos suelen caracterizar a las personas que acumulan, y no comunican lo que les enoja o molesta, descargando esto en múltiples acciones, incluso inconscientes, que terminan produciendo un daño al otro.

Lo complejo de estos casos es que es muy difícil desarmar esa doble realidad que el sujeto se crea. Evitar el conflicto es en principio la motivación, sin percatarse de que, por supuesto, el conflicto se produce igual, solo que solapado e inaccesible para el otro.

La persona con características pasiva-agresiva suele ser narcisista, evitar la responsabilidad de los propios actos, recurrir a la victimización acusando al otro de «provocarla», recurrir a distracciones y silencios para evitar el conflicto, postergaciones y olvidos en relación a los pedidos del otro, entre otros.

Suelen implementar el cinismo y el sarcasmo, haciendo observaciones que dejan traslucir sus molestias pero a «modo de chiste». Y suelen además quejarse reiteradamente de sentirse despreciados o engañados por el otro.

Las personas con este patrón de conducta son dependientes y manipuladores. Su hostilidad se esconde en ironías y acciones sutiles, pero nunca es directa.

Su comunicación es sumamente ambigua, transmiten un doble mensaje constantemente sobre lo que sienten o piensan. No sienten culpa y no expresan su ira.

Externamente es prácticamente imposible notar que la persona está enojada. Suelen ser complacientes y tener un mal concepto acerca del enojo, manifestando que es una conducta inaceptable. Por eso, la cubren. Generando caminos de escape de ese resentimiento bajo otras formas.

Presentan dificultades para intimar y comprometerse con otros, ya que no pueden mostrar abiertamente lo que les pasa. En la base de este comportamiento, si bien puede haber cuadros muy variados, la característica fundamental es una baja autoestima y un fuerte sentimiento de inseguridad.

En casos donde este sea un patrón de conducta frecuente, se aconseja trabajar mediante una terapia psicológica el trasfondo de esa agresividad, permitiendo que pueda manifestarse y canalizarse por vías más saludables.