Estrés Laboral
El tiempo, que es por donde transcurre la vida, es un contratiempo
El trabajo es parte de la vida y contribuye a la realización personal. Pasamos la mayor parte de la vida en el trabajo, por lo tanto es necesario que las tareas que tengamos que desempeñar nos brinden satisfacciones, un ambiente cómodo, buen trato y un clima armonioso.
Aunque los ingresos son importantes, las encuestas revelan que la gente prioriza más el trabajo que hace que lo que gana, porque no hay dinero suficiente para pagar una tarea que a una persona no le resulte de su agrado.
Pero todos sabemos que la diversidad de los intereses que existen hace que podamos encontrar personas que estén dispuestas a hacer cualquier trabajo si les gusta.
En una gran ciudad se puede acceder a una gran gama de actividades, y cuanto más específica sean las tareas a realizar habrá más probabilidades de conseguir buenas remuneraciones si se cuenta con la habilidad adecuada.
El hecho de vivir en grandes urbes crea muchas necesidades que no existen en las pequeñas comunidades, condición que obliga a sus habitantes a priorizar sus ingresos en detrimento de su satisfacción laboral.
Las necesidades que crean los grandes conglomerados urbanos hace que los jóvenes elijan carreras que no les interesan y para las que generalmente tampoco tienen las aptitudes necesarias, con tal de tener todo lo que tienen los demás.
El estrés laboral puede surgir cuando una persona elige hacer algo que no es adecuado para su personalidad, no se ajusta a sus intereses y cuando tampoco tiene las aptitudes para cumplir con los requerimientos que corresponden.
El sufrimiento psíquico y orgánico que produce el estrés se relaciona con la personalidad. Si alguien tiene rasgos obsesivos es probable que asuma su trabajo con excesiva responsabilidad y se exija más de lo que puede, con la consecuente frustración si no cumple con sus propósitos.
El estrés se produce cuando el querer y el poder están disociados. Se quiere hacer algo pero no se puede, y esta falta de discernimiento mantiene un permanente estado de frustración y depresión.
El hecho de querer hacer algo que supera las posibilidades tiene otras motivaciones, además de los beneficios económicos.
A veces es una actitud competitiva, hacer más que los otros para mejorar la imagen y superar estadísticas y de ese modo destacarse, sin darse cuenta que ese esfuerzo produce estrés.
Querer ser diferente a los demás para conseguir un cargo de jerarquía que a su vez traerá mayores responsabilidades y mayores presiones también produce estrés; porque cuando la pirámide se achica los competidores son menos pero más feroces y es más difícil mantenerse.
Hay empresas que otorgan incentivos a sus empleados por la rapidez en la realización de una tarea. En ciertos supermercados controlan la velocidad de las cajeras en forma automática, las cuales reciben un premio según la cantidad de artículos que se registren en las máquinas que operan.
También algunas empresas de transporte de pasajeros otorgan incentivos por la menor duración de tiempo de los recorridos, que la mayoría de las veces no se puede cumplir por la gran concentración del tránsito; produciendo estrés a los conductores, que pierden el sentido de sus prioridades e ignoran las paradas de pasajeros para llegar primero.
Estos trabajadores son presionados por sus empresas con un doble mensaje contradictorio, llevar la mayor cantidad de pasajeros en el menor tiempo posible.
Los profesionales de la salud que trabajan en instituciones, la mayoría de las veces no perciben sueldo sino un arancel ínfimo por afiliado, que los obliga a limitar la consulta a sólo diez minutos.
Esta forma de atender a un paciente produce estrés al profesional que no puede hacer un diagnóstico y también al paciente, que se da cuenta que no puede ser escuchado como corresponde y resolver su problema.
Lejos de mejorarse los pacientes se pueden llegar a agravar, al añadir el estrés que le produce la impotencia de no ser atendido el tiempo necesario, y además lo obliga a hacer varias visitas en lugar de una sola, por lo que cual lo que se ahorra la institución en tiempo de atención lo gasta en cantidad de entrevistas.
Sentirse en un callejón sin salida produce estrés, pero pensar así es un error porque siempre hay una salida, que depende sólo de nosotros.