La Violencia en el Trabajo
Es un hecho probado que el hilo se corta por lo más delgado.
La violencia es un acto descontrolado contra otras personas y les produce un daño.
La violencia se aprende y es una forma de relacionarse, la más directa y drástica, pero tiene sus consecuencias, tanto por el violento como para sus víctimas.
En la sociedad que vivimos, la violencia laboral constituye un flagelo, y se instala en la personalidad una vez que se ha aprendido para que las personas desconfiadas y egoístas puedan defenderse y obtener sus fines sin tener en cuenta a los demás.
Para algunos el trabajo es la oportunidad de desarrollarse y realizarse profesionalmente; para otros un campo de batalla donde a veces gana el que conoce mejor el arte de la manipulación y el engaño.
La gente violenta lleva a la oficina la forma habitual que tiene de comportarse en el hogar; donde su familia más que amarlo le teme.
El violento busca beneficios inmediatos por cualquier medio sin reparar en las consecuencias. No le importa herir sentimientos, quedar mal con sus compañeros, sacrificar amistades, sino lo que está deseando obtener; puede ser un ascenso, un aumento de sueldo, quedar bien con los jefes o ganar clientes.
La persona violenta elige siempre el camino más corto, el de la izquierda, atropella, engaña, no hace colas, se filtra con altanería y desparpajo, seduciendo a sus víctimas que ceden ante su avasallamiento y descaro.
Es una forma de ejercer el poder de una manera despótica, sin tener en cuenta a los demás y para obtener fines propios.
El violento tiene resentimiento, se siente no valorado por lo que hace y siempre está oponiendo resistencia, escatimando esfuerzos, dando lo menos posible tratando de hacer justicia según sus propios parámetros.
El violento ha aprendido ya desde niño que los gritos y las protestas consiguen muchas cosas y que en las competencias los más audaces y agresivos son los que siempre ganan, caiga quien caiga.
La violencia puede ser también sutil, con chistes, cargadas, poniendo a las personas en ridículo y dejándolas mal paradas, para sacarlas del medio cuando le están haciendo sombra.
El violento puede ejercer su violencia en el trabajo a todos los niveles. Puede expresar su violencia hacia sus superiores no cumpliendo con los horarios, atrasando el trabajo y echándole la culpa a sus subalternos, saboteando emprendimientos, etc., también la puede ejercer hacia sus compañeros con actitudes desleales, para sacar ventajas o vertiendo rumores o chismes, y la mayoría de las veces hacia sus subordinados con acosos, conductas despóticas y sádicas y hasta hacia si mismo censurándose por haber sido demasiado blando.
La conducta violenta tiene consecuencias graves en la vida de la persona que la ejerce. Su vida familiar fracasa, la relación con sus hijos se termina, no puede tener amigos, tampoco logra buenos vínculos con sus padres y puede tener grandes dificultades para mantener un empleo.
El violento puede obtener beneficios a corto plazo pero a la larga su reputación se deteriora y se va quedando solo, se da cuenta que con el tiempo sus recursos violentos ya no le alcanzan y tienen que incrementarlos para conseguir los mismos resultados, exigiéndole un mayor esfuerzo cuando sus fuerzas comienzan a flaquear.
A esa altura, a un violento consumado y consumido, le resultará muy difícil implementar nuevas formas de comportamiento, porque la culpa se impondrá inexorablemente carcomiendo sus férreas estructuras que de pronto se debilitarán y le harán cometer errores que le impedirán imponerse, cayendo irremediablemente en picada.
El violento en definitiva tiene miedo y se defiende con el único recurso de que dispone, la conducta agresiva, tratando de encubrir la pobreza de recursos que tiene su personalidad.