La Contaminación Acústica
La contaminación acústica, flagelo que asola a los habitantes de los grandes conglomerados urbanos, ocasionan trastornos psíquicos y orgánicos que suelen detectarse cuando ya es tarde para evitar consecuencias irreversibles.
El ruido arriba de cien decibeles, a nivel físico afecta el oído; y paulatinamente produce la pérdida de la audición. Tal es así que en Argentina la hipoacusia figura en segundo lugar entre las enfermedades profesionales.
A nivel psicológico produce estrés, factor de riesgo que contribuye al desarrollo de muchas enfermedades graves, afecta el sistema nervioso provocando irritabilidad, entorpece la atención y la comunicación, perturba el desenvolvimiento de nuestras tareas y el descanso nocturno, afectando de este modo la calidad de vida.
El ruido es un problema moderno ambiental que ha ido incrementándose, condicionando a la gente a elevar el volumen de su voz al hablar y de sus televisores o aparatos reproductores de música y radio a niveles críticos.
Desde la revolución industrial, con el invento de la máquina a vapor, el ruido de los motores a explosión comenzó a afectar a los seres humanos a todo nivel, convirtiéndose en la música de fondo obligada de las grandes ciudades.
Todas las máquinas producen ruido; la construcción de edificios se ha ido mecanizando y una obra edilicia de envergadura, común en las grandes urbes, puede llegar a torturar a mucha gente que vive cerca durante años; los electrodomésticos que se usan en el hogar son ruidosos, la vasta maquinaria robótica industrial produce ruidos contaminantes y además están los animales domésticos que ladran todo el día si se quedan solos, los sistemas de aire acondicionado, el ruido que producen los lugares de esparcimiento, las áreas de deportes que congregan multitudes y los aeropuertos cercanos a las poblaciones que sufren depreciaciones de sus propiedades por este motivo.
Pero lo que más afecta a los ciudadanos son los ruidos del tránsito que es el más difícil de solucionar según lo que afirman los expertos en ingeniería acústica. Sin embargo, en las grandes ciudades de Europa, los transportes de pasajeros son silenciosos, posiblemente debido a que circulan a baja velocidad, exigiendo menos a los motores y evitando frenadas bruscas.
El ruido es el precio que todos tenemos que pagar por el confort. No obstante, las planificaciones urbanas pueden hacer mucho para disminuir las consecuencias que produce la profusión de máquinas ruidosas; como por ejemplo haciendo cumplir las normas vigentes, controlando electrónicamente la emisión de ruidos molestos y atendiendo con prontitud los reclamos.
La Unión Europea obliga a que las ciudades con más de 250 mil habitantes tengan mapas de ruido que deben actualizarse cada cinco años.
Buenos Aires solo cuenta con un mapa estratégico de ruido en la zona considerada más ruidosa de la ciudad que abarca catorce barrios, desde Barracas hasta Belgrano.
La normativa existente en esta ciudad, fija límites máximos en decibeles para cada tipo de fuente, que superan a los permitidos en otras ciudades del mundo y que también están sobre el que recomienda la Organización Mundial de la Salud.
El ruido también es un problema individual, porque cada uno de nosotros tiene que tener conciencia y responsabilidad de los ruidos que puede llegar a producir en forma innecesaria, principalmente en horas de descanso.