El Amor Complaciente
Cada persona es única y debe tener el derecho de tener una vida propia y la oportunidad de crecer como persona.
A veces, esta meta fundamental e indispensable que es la que le da sentido a la vida, se deja de lado en virtud de otros compromisos que también son importantes pero que no deberían ser obstáculos para el desarrollo y el crecimiento personal.
Toda mujer se merece tener una pareja que la ame y si así lo desea tener una familia.
En otras épocas, la función de la mujer se centraba en las obligaciones hogareñas y pocas de ellas tenían la posibilidad de cursar una carrera y tener una profesión.
Actualmente son más las mujeres que se reciben en las universidades que los hombres, incluso en aquellas profesiones que estaban reservadas para ellos, como ingeniería y otras de orientaciones tecnológicas o mecánicas.
Hoy en día, el hecho de tener una profesión no limita a una mujer para disfrutar del amor ni tampoco para tener una familia. Por el contrario, permite que la mujer genere sus propios recursos, pueda tomar decisiones y ganarse la vida si su matrimonio fracasa.
La expectativa de rol de una mujer ha cambiado, de modo que socialmente en estos momentos se espera que continúe con su carrera laboral después de tener hijos.
Una mujer, cuando tiene la posibilidad de realizar su potencial se siente mejor, tiene mejor ánimo, buen humor, y mayor energía para cumplir con las exigencias de su trabajo y enfrentar el desafío de atender sus compromisos hogareños.
Sin embargo, todavía hay mujeres jóvenes, que sin conocerse bien, deciden casarse y tener hijos, dejando de lado sus necesidades psicológicas individuales, creyendo que eso es lo que desean y creen que tienen que hacer.
A veces, el hogar puede representar el sentido de la vida de una mujer y eso también es válido. No todo el mundo tiene una vocación profesional o interés en trabajar si no lo necesita.
Pero es posible que esa mujer tenga algún hobby o algún interés específico que la gratifique espiritualmente, que es importante que pueda desarrollar, además de las obligaciones rutinarias de una casa.
Vivimos en una época en que la vida se ha simplificado en cierto sentido, hay máquinas para hacer las tareas que antes demandaban más tiempo y trabajo, el nivel de capacitación se ha elevado, la estética ocupa un lugar importante en la vida de la gente, los viajes de placer se han incrementado, la práctica de deportes y la recreación está en aumento y existe una clase media más numerosa que puede gozar de estos privilegios que antes no existían y de un standard de vida sin apremios.
Algunos hombres todavía se sienten más cómodos si sus mujeres no desarrollan actividades laborales fuera de casa. Se aseguran en parte que las cosas funcionen, el cuidado relativo de los hijos, y que todo esté como cuando vivían con sus madres que no les hacían faltar nada.
Por su parte ellos tienen la obligación de mantener el hogar; y si son personas con buenos recursos pueden sentirse muy bien siendo los únicos proveedores y por lo tanto los que toman las decisiones.
La depresión y las fobias son hoy en día trastornos comunes principalmente en las mujeres de más de cuarenta años con hijos crecidos y sin proyectos propios.
En estos casos suele ocurrir que sus maridos las desalienten por temor al cambio, o lo que es peor que ellas mismas por complacerlos, no se atrevan a intentar cumplir con su propósito.
Mientras tanto van quedándose rezagadas con respecto a los hombres que al mismo tiempo van escalando posiciones en sus trabajos.
En ese momento de la vida es cuando el hombre inmaduro que no tiene conciencia de los riesgos que puede implicar una conducta inapropiada, por distintas razones, puede comenzar a tener aventuras fuera de su casa.
La mujer deja de ser atractiva e interesante para un hombre cuando no crece y no tiene inquietudes ni proyectos. El hecho de usar buena ropa, tener una imagen impecable y aparentar menos edad, no es lo que provoca la admiración de un marido, sino el deseo de otros hombres; y eso puede hacerla caer en terreno pantanoso.