Autodominio, Autocontrol y Psicología
Para lograr el control interno comienza abandonando el control externo, suelta las cosas, confía en los demás y déjate llevar.
La Psicología es una ciencia que ayuda a las personas a lograr el equilibrio. Lograr el equilibrio emocional es aprender a vivir en la incertidumbre, mantenerse sin miedo en la cuerda floja, en el filo de la navaja, lejos del apasionamiento y la indiferencia, recuperando el centro.
Cuando estamos desequilibrados perdemos el control y no podemos dominar nuestros impulsos. La agresividad se proyecta pero el verdadero destinatario somos nosotros mismos.
Por más complicada que resulte la realidad para un ser humano, la lucha más dura y penosa no es externa sino interna.
Si conocemos nuestras debilidades ya hemos dado nuestro primer paso para sentirnos más seguros.
Nos damos cuenta de cómo somos cuando el otro nos dice las cosas que no nos gustan y también viendo todo lo que cuestionamos en los demás. El otro es el que más me ayuda a Ser y sin él ni siquiera podría tener conciencia de mi mismo.
Precisamente lo que nos molesta de los otros son siempre los defectos nuestros negados que vemos en ellos proyectados.
Cada crítica, por más destructiva que sea es una oportunidad para conocerse y en lugar de perder el control se debería estar agradecido.
Para aprender necesitamos ser estimulados pero para el autoconocimiento lo más apropiado es poder vernos reflejados en el otro tal cual somos; y sólo cuando reconocemos nuestras limitaciones podemos trascenderlas.
Una vez que nos aceptamos como somos, con todos nuestros defectos y nuestras virtudes, con la intención de hacernos cargos de nosotros mismos sin muletas ocasionales, podremos ser capaces de proponernos objetivos y cumplirlos. Pero estos objetivos no deberían ser solamente materiales sino principalmente personales.
¿Somos capaces de mantenernos enteros frente a la adversidad? ¿Los contratiempos nos desequilibran? ¿El mundo que nos rodea determina nuestras acciones? ¿Podemos ser fieles a nosotros mismos? ¿Las cosas y las personas me dominan o yo tengo el control? ¿Dependo de los demás? ¿Tengo relaciones simbióticas donde no existe la diferenciación yo-no yo? ¿El dinero me da seguridad? ¿Tengo miedo? ¿Soy posesivo o celoso?
La adversidad es parte de la vida y estamos dotados para enfrentarla y superarla. Cuando no nos podemos controlar es porque tenemos miedo de perder la realidad que construimos y que nos hipnotiza.
Aunque parezca una paradoja, para lograr el autocontrol es necesario aprender a abandonar el control, porque el miedo a perderlo es el resultado de no querer soltar las cosas que desde el principio nunca fueron nuestras, sino prestadas.
Para poder soltar hay que aprender a confiar en la vida y en los demás. Dejarse llevar sin resistencias, abiertos a otras posibilidades además de las nuestras.
El autodominio empieza con el respeto a mis propios límites para no exponerme a las cosas que todavía no puedo manejar, por ser ellas las que me manejan.
Ni bien nos aferramos a algo, de inmediato se convierte en nuestro dueño, sólo la moderación nos devuelve el mando.
¿Estoy siendo fiel a mi mismo o hago las cosas para ser reconocido por los demás?
¿Estoy dispuesto a tomar las riendas de mi vida o tengo miedo a perder lo que tengo?
Hay un lugar en nuestro interior donde existe nuestro verdadero ser, ese que realmente somos que no se atreve a manifestarse por estar aferrados a una realidad ilusoria.
Ese ser no conoce el sufrimiento, sabe todo, está en equilibrio, es feliz y es la expresión del amor. Tiene la capacidad de Ver lo que es esencial, lo que es verdadero y descartar lo falso, de aceptar la realidad tal cual es sin la deformación de los significados materiales.
Cuando nuestro punto de referencia es ese Ser, y no nuestro Ego lleno de prejuicios y limitaciones, que reacciona frente a las agresiones con violencia, la realidad cambia dramáticamente. Porque hay unidad entre esa realidad y uno mismo.
De esta manera la conciencia se expande, adopta otra perspectiva diferente, cambia de punto de vista, ve con más claridad y logra el discernimiento necesario para hacer lo correcto.
Los grandes genios de la humanidad lograban sus mejores creaciones cuando dejaban de pensar y penetraban en ese otro nivel de la realidad donde no hay objetivos, ni metas, sino solamente perfección. Se entregaban a la providencia.
La base del autodominio es el control de impulsos. Somos como calderas a punto de estallar porque todas las salidas parecen estar cerradas.
Los seres humanos son las únicas criaturas que pueden trascender sus instintos y crear cultura.
Pero las peores barreras para ser libres no son las de la cultura sino las propias.