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Caso Isabel: análisis

Publicado por Betina Ganim

En el post anterior les introduje el historial de Isabel. Les decía que en aqeulla época en la que el padre de Isabel estaba enfermo, era ella la que lo cuidaba abnegadamente. Y bajo la imposición de manos, le relata a Freud una escena en la que ella volvía a su casa acompañada con un joven (encuentros que nadie conocía hasta ahora) y los sentimientos que ella había sentido en ese paseo.

Ella se sentía amada por ese joven, que le prometía que si se casaban ella no tendría que renunciar a sus deseos de estudiar. Pero él era aún muy joven para casarse, por lo que ella decidió esperarlo.

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El tema es que tuvieron que dejar de verse, porque el padre de Isabel estaba cada vez más enfermo y requería por ende de más cuidados. Y era ella la encargada de eso.

Aun así, animada a la vez por sus familiares y su padre mismo, ese día sale con este joven, y volviendo a su casa, llena de felicidad, encuentra a su padre muy grave, por lo que se sintió muy culpable de haber dejado de cuidarlo por su propio placer de estar con ese joven.

Jamás volvió a dejar solo a su padre, y no vio más al muchacho: incluso luego de la muerte de su padre.

Freud sitúa aquí el comienzo de los primeros dolores de Isabel: el conflicto entre ese placer que había sentido en el paseo con el joven y el haber encontrado a su padre empeorado en salud. El resultado de tal conflicto fue el síntoma conversivo.

En un segundo período del tratamiento. Ella misma sorprende a Freud con una hipótesis sobre el por qué del dolor en la pierna derecha. Es que era en esa pierna que su padre apoyaba la suya enferma cuando ella lo vendaba. Una zona histerógena típica, nos dice Freud.

Isabel tuvo una mejoría notable, al punto de que cedían sus dolores e incluso caminaba sin problemas, a la vez que había reanudado su vida social.

De este caso Freud dedujo que sus estados dependían de cosas que habían sucedido en el mismo día. Pero los dolores en la pierna derecha aparecían cuando en estado de hipnosis recordaba a su padre, o a su joven enamorado; y en la pierna izquierda los dolores surgían cuando Isabel hablaba de su hermana muerta o de sus cuñados…

Freud comienza así una «investigación» detenida sobre los motivos psíquicos de cada afecto doloroso de Isabel, lo eue lleva a muchísimas asociaciones hechas por la paciente, que Freud nos transmite en el texto.

Podemos ver que hay un especial interés de Freud en este caso, respecto a los momentos de apertura del inconsciente, y respecto de los obstáculos que ponían tope al trtameinto.

Ahí Freud se pregunta por la eficacia de su método. ¿Es que el método fracasaba? Había obstáculos que no entendía aún muy bien de qué se trataba. Pero lo intentaba, insistía, una y otra vez.

Entonces sitúa dos cosas: una, que el método fracasaba cuando Isabel estaba alegre y no tenía dolores; y que era exitoso cuando estaba en días malos. Y segundo, que cuando Isabel decía que no recordaba nada, hacía una pausa, y luego recordaba. Un silencio que Freud interpretaba como que ahí estaba desarrollándose un «proceso psíquico»…

Pero se decide a admitir que el método no fallaba nunca; sino que la paciente podía, a su antojo, recordar o retener sus asociaciones, esto último como una «conducta negativa». Pero Freud se pregunta el por qué de esta «conducta negativa». Y ensaya dos motivos: uno, porque la paciente piensa que sus ocurrencias no tienen importancia o carecen de relación con lo que viene diciendo; o bien porque se trata ocurrencias desagradables que no quiere comunicarle.

Recordemos que aún Freud no había conceptualizado la Transferencia. Pero estos fenómenos que iban a pareciendo en su clínica le iban marcando el camino de su formalización, que como sabemos, tiene en su obra y en todo el psicoanálisis una importancia fundamental.