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El caso Dora

Publicado por Betina Ganim

La histérica necesita -por razones estructurales- hacer el rodeo por la identificación con el hombre (la identificación al padre, por la que entra en el Complejo de Edipo)

Pero, clínicamente se ha constatado que su objeto de deseo no estaría allí, sino en una tercera figura, que arma el triángulo: la Otra. Esa Otra mujer es quien representa para ella una respuesta posible a la pregunta que verdaderamente la cuestiona como sujeto: ¿qué es una mujer?

Para abordar este tema elijo el Caso Dora, de Freud, que es uno de los cinco historiales clínicos de la obra freudiana. En este caso freudiano sobre su paciente Dora, queda bien verificado el punto triangular en la histeria.

Dora era una pequeña histérica -una petit hysterie dice Freud- a quien se “la llevan” porque tenía algunos síntomas, menores pero que se hacían notar, como tos nerviosa y afonía.

La situación se había tornado intolerable tras una serie de actings, de demostraciones de intentos de suicidio de la muchacha que, claro, habían llamado la atención de su familia. El padre se la presenta a Freud como una enferma, y el hecho de que hayan hecho esa consulta con Freud ya había cristalizado un desequilibrio familiar que sin embargo parece que venía ya desde antes. Esto porque, dato que le ocultan a Freud en un principio, el padre de Dora hacía dos años que mantenía una relación con la Sra K.

Resulta que la Sra K estaba casada con el Sr K. (conocidos de la familia) y esta pareja se relacionaba con la pareja de Dora y el padre de una manera particular. Es decir, por un lado la madre de Dora no se enteraba de todo este lío y quedaba por fuera de esta cuadrilla. La que sí estaba enterada de todo era Dora. Es así que Dora, en una posición reivindicativa, le lleva a Freud su queja de que le habían arrebatado el amor del padre. Y deja muy claro que ella sabía de esta relación que en momentos se le tornaba intolerable.

Es ahí que Lacan dice que Freud dio un primer paso, algo que en su Escrito Intervención en la transferencia Lacan lee como la primera inversión dialéctica, que lleva a Dora a su pregunta de entrada. Freud le dice de alguna manera, que está bien, que le cree, aloja esa verdad que Dora le va a contar, pero Freud ahí hace una inversión, diremos, apostando al sujeto: ¿qué tienes tú que ver en este desorden que denuncias?

Ahí se abre todo un “expediente” que lanza el análisis de Dora.

Lacan se pregunta cómo situar estos dos vínculos en relación a la crisis de Dora, a la eclosión, a la aparición de sus síntomas. ¿Cómo se relacionan estos lazos con los síntomas de la paciente?

Y marca tres puntos de su lectura del caso:

Por un lado recuerda su indicación de que la histérica elige un objeto homosexual, previa identificación con alguien del sexo contrario.

Es decir que el Yo de Dora se identifica imaginariamente al Sr K. Y desde ese lugar, en la medida en que ella es el Sr K, se vincula desde ahí, a la Sra K, su Otra.

Y llega más lejos Lacan y se pregunta ¿por qué la Sra Ka es tan importante para esta pequeña histérica?

Y la respuesta no la encuentra en que la Sra K es otro objeto más de su elección, entre otros objetos; ni que es un objeto al que investir desde el Narcicismo-como ocurre en todo enamoramiento.

No, esa tercera en cestión no pertenece a ese registro imaginario digamos, sino que esta pregunta de qué es la Sra K para Dora, Lacan la encuentra en el inconsciente, en lo simbólico, en eso que consideramos como tercer elemento en la lectura de este caso: en los sueños de Dora. En su inconsciente.

Hay que decir que Freud mismo centró el caso a partir de los sueños de Dora. Es por eso que la respuesta Lacan la va a buscar ahí. Y dirá que los sueños de Dora plantean que la Sra K es su pregunta; su pregunta sobre la feminidad, sobre qué es una mujer. Lo que llamamos la «pregunta histérica».