Conectar con el niño interior, ¿qué significa?
Escuchamos frecuentemente hablar de la conexión con el niño o niña interno/a. Pero, ¿Qué significa realmente?
En primer lugar, esta expresión hace referencia a que, por más que hayamos transitado la infancia-niñez, y posteriormente la adolescencia hasta llegar a la adultez, hay una parte nuestra que persiste y que se manifiesta en la vida adulta. Desde esta perspectiva, el recorrido por la infancia y la niñez deja huella, y, por más que se hallen reprimidos, estos contenidos infantiles siguen teniendo actividad y generando efectos en nuestra vida.
Conectar con el niño interior no es transformarse en niño ni implica una evitación de la madurez o de la responsabilidad adulta. Es un recurso para darle lugar a esos aspectos que, de no tenerse presentes y de no concientizarse pueden tener efectos en el presente.
La capacidad de asombro, de curiosidad, exploración y juego se desarrollan espontáneamente en el niño sano. Poder desarrollarlas en la vida adulta implica una conexión con esos aspectos infantiles. Con cómo fuimos en la infancia, y cuál es el legado que esas vivencias nos dejan.
Cuando la experiencia infantil está coartada e inaccesible para el yo adulto, se desconocen y repiten muchas conductas y respuestas que, de poder concientizarse, podrían elaborarse adecuadamente. El niño interior es también el que despliega berrinches en plena adultez, conectar con el niño no es comportarse como un niño, sino poder entrar en contacto con esas respuestas infantiles, poder concientizarlas para que dejen de ser tan automáticas. Es poder dialogar con nuestros aspectos más profundos, para poder elegir y responder de manera más libre.
Muchas veces se malinterpreta esta propuesta de conexión con el niño interior, y se asocia a una negación a crecer. Muy por el contrario, no se puede avanzar en la vida adulta si se desconocen los aspectos importantes de nuestra niñez, y eso implica la conexión con esa parte nuestra que sigue activa aunque esté inconsciente.
Los adultos que bloquean a su niño interior, es decir, que ponen total distancia de aspectos de sí mismos presentes en la infancia: miedos, experiencias de desprotección o vulnerabilidad, frustraciones, rechazo parental, capacidad lúdica y creativa, entre muchos otros, cargan a lo largo de la vida con bloqueos o cuestiones no resueltas que probablemente no sepan con qué están asociadas o de dónde vienen.
La conexión con el niño interior no es otra cosa que la conexión y el trabajo acerca de la propia infancia y niñez: cómo fue ese tránsito, qué acontecimientos nos marcaron, qué imágenes nos formamos o recordamos de ese período tan importante de la vida. Este nivel de conexión es la que nos permite recuperar, a su vez, aspectos muy valiosos, como la capacidad creativa y exploratoria y la capacidad de disfrutar del presente, que tan frecuentemente se pierden en la vida adulta.
La verdadera conexión con nuestras partes infantiles no es una simple propuesta romántica, es un compromiso para visibilizar y acceder a información sumamente valiosa, que puede estimular cambios de posición y decisiones importantes en la vida adulta. Es permitirse el contacto con la propia esencia para poder vivenciar la adultez de un modo más íntegro.