Crítica excesiva y agresividad.
Con frecuencia hacemos referencia a personas con rasgos de autocrítica muy marcados. Autoexigencia y perfeccionismo son otras características que la acompañan.
Paralelamente observamos a aquellos que son agresivos, críticos y demandantes con su entorno.
Sin embargo, aquellos que critican duramente a otros también esconden un monto de autocrítica importante.
La crítica está asociada a la exigencia y el perfeccionismo proyectado en otros. Externamente se observan personalidades que “no dejan pasar nada”. Exigen, señalan y demandan. Muchas veces con gran insistencia y detalle.
Las personas críticas desafían constantemente a su alrededor. Pretenden de otros un ideal que se han construido. Esa imagen de perfección nunca es alcanzada y las críticas se orientan a intentos fallidos de corregir al objeto, y a la vez descargar sobre él la ira por no ser el objeto deseado o esperado.
Por eso, la crítica y la agresividad son aliadas. La crítica extrema o constante muestra en el trasfondo un gran descontento y desilusión con lo que el sujeto espera y lo que finalmente encuentra. Eso otro nunca cubre sus expectativas, y en muchos casos esa frustración se instala por defecto, transformándose en un modo defensivo de respuesta, una expectativa pesimista y ansiosa sobre lo que sabe nunca pasará.
Así, estas personalidades suelen volverse cínicas e irónicas. Sus chistes y comentarios suelen ser recibidos como agresivos e incluso intrusivos por parte de otros, cuestión que los enfrenta con dificultades vinculares.
La persona crítica suele ser más pasiva de lo que aparenta. Tomar el riesgo de actuar y enfrentarse a la posibilidad de una derrota es un temor demasiado intenso. Por eso, se los observa con frecuencia en una posición de falsa superioridad criticando a quienes sí se atrevieron.
Internamente es el sujeto quien se desilusiona y se frustra a sí mismo. Es su propia imagen la que pretende alcanzar un ideal inexistente y no lo logra. Y ese rencor es el que se vuelca hacia afuera. Muy frecuentemente vemos en personas críticas un impulso sumamente agresivo hacia el exterior, al modo de una respuesta defensiva tras otra, y no observamos la autocrítica que en realidad conlleva y esconde.
En ocasiones cuando se le hace una pregunta personal o se le pide una valoración por su propio trabajo, muestran esa instancia superyoica terriblemente despótica, con la que se desprecian a sí mismos a veces a un nivel impensado.
La crítica es un modo defensivo que pretende resguardar su propia labilidad subjetiva. Criticar, evaluar, demandar a otros permite proyectar afuera ese impulso constante a hacerlo consigo mismos. Es más tolerable para el psiquismo dilapidar a otros. Es un modo de autoprotección.
Si embargo, es sumamente importante para el entorno reconocer estos excesos y poder marcarlos. El entorno de una persona con estas características debe limitar este tipo de conductas agresivas o alejarse si considera que no cesan o que la persona no logra visibilizarlo. Estas conductas cuentan siempre con otros que la toleran y sostienen: se configuran parejas, amistades y vínculos de todo tipo entorno a esta díada sadismo-masoquismo.
Por eso, es importante tanto para aquel que despliega la agresividad como para quien la recibe, responsabilizarse de esa posición y hacer algo al respecto.
La agresividad y la crítica pueden ser trabajadas en espacios terapéuticos, y de hecho es aconsejable una consulta siempre que se observe que estos comportamientos obstaculizan la vida vincular y conductual de la persona.