Diana y Acteón
En el post anterior los introduje a esta historia mitológica de Diana y Acteón, con el ensayo milleriano de la posibilidad de que Diana sea una fóbica, y el efecto fantasmático de esta situación.
Si Diana fuera histérica, en cambio, Miller ensaya de que por un lado, ella está exigiendo que se respete su semblante…
Sin embargo, en la historia mitológica, ella necesita de velos -algo que puede ser usado histéricamente para justamente provocar en el Otro el deseo de desvelarla.
Lo que puede confundirnos un poco es la contradicción que se juega en la escena si sospechamos un movimiento estratégico de Diana: hacer que Acteón se acerque, para luego echarle los perros y matarlo.
¿Y eso?
Bueno, Freud menciona este tipo de contradicción en lo que llamamos «ataque histérico»; movimientos que se contradicen. Con una mano se sujeta el vestido y con la otra se lo quita.
Esto es típico en el fantasma histérico,según lo plantea Freud: en el sentido también de esa «bisexualidad» que descubre en la histeria, en tanto que por un lado se comporta como mujer (se protege contra el deseo del hombre), y por otro, como hombre (se quita el vestido)
Ahora bien, sigamos este ensayo, ¿y si Diana fuera obsesiva?
Podemos decir que mitológicamente Diana es un personaje aficionado, obsesionado por la caza. En este caso, Diana no le echaría los perros a Acteón luego de que él la viera desnuda, sino que se los echaría encima cuando Actéon esté bien lejos…
Inviertiendo un poco las cosas, es decir, el fantasma, ¿qué tal si nos ubicamos en el de Acteón?
Podemos decir, en este caso, que Diana es lo fascinante del fantasma de Acteón. Al contrario de los sentimientos, el deseo no es recíproco. Acteón termina desapareciendo de esta historia, eclipsándose como sujeto ante la belleza de Diana.
Miller dice que esta historia supone a dioses angustiados: Actéon hace angustiar a Diana en ese instante, y por supuesto, ella lo hace desaparecer en ese mismo momento.
Esto nos permite también plantear algo de lo que he hablado en posts anteriores: la antinomia entre deseo y goce.
Podemos decir que en la neurosis se trata de una defensa del goce a través del deseo
En la perversión, por el contrario, sabemos que el deseo es asumido solo en tanto «voluntad de goce». Para una Diana que fuera masoquista, la desnudez no es lo importante; más bien interesa una Diana vestida -y si es con pieles, mejor aún.
En la perversión esa antinomia deseo-goce no plantea ningún conflicto, ya que se acepta el goce del Otro, se acepta ubicarse como instrumento del goce del Otro. El perverso trabaja arduamente para convertirse en el instrumento del goce del Otro.
Volviendo a la historia mitológica: si los perros no están para responder ante esa manifestación del deseo del Otro, aparecen las particularidades a la hora de manejar el fantasma, para que el Otro aparezca completo, es decir, sin deseo.
Hasta aquí el ensayo que he seguido de Miller para transmitirles algo de las peculiaridades subjetivas respecto del deseo del Otro.
FUENTE: MILLER, J-A. «Conferencias porteñas» Tomo I