Diferencia entre Personalidad y Carácter
Con frecuencia se utilizan estos términos como sinónimos desde el lenguaje común.
Sin embargo, desde el punto de vista psicológico se establece una clara diferenciación entre ambos que puede ayudar a deslindar aspectos que muchas veces se confunden.
El carácter implica un aspecto tanto innato como adquirido. Engloba lo que se denomina Temperamento, que está vinculado a las cuestiones heredadas, biológicas, innatas. Más lo aprendido, resultado de la interacción con el ambiente y la crianza.
El carácter tiene gran relación con los aprendizajes y experiencias, es resultado de la interconexión con otros, conjuntamente con la transmisión de mensajes, mandatos y discursos. Lo cultural tiene una incidencia central en la conformación del carácter.
El carácter tiene relación con los hábitos aprendidos e implica el desarrollo enmarcado en un contexto.
Tiene posibilidad de variación según el trabajo terapéutico o de psicoeducación que se realice. El carácter define qué es lo que el sujeto piensa, cómo comprende el mundo, cuáles son sus bases aprendidas para actuar, y relacionarse.
La personalidad es el concepto que integra el carácter con la conducta. Es el sistema propio de un sujeto para responder a las situaciones que se le presentan, sus ideas, sus emociones, sus defensas, sus conductas.
La personalidad es estable a lo largo del tiempo, más allá de variaciones que se experimenten es un núcleo de rasgos que el sujeto sostiene.
Implica un sistema dinámico de autorregulación que es lo que permite que se mantenga estable a lo largo del tiempo. Son patrones, modos de ser, sentir, actuar que se ponen en juego frente a las situaciones cotidianas de la vida de un sujeto.
Muchas veces escuchamos la frase “no tiene personalidad”. Esta expresión es incorrecta. Todos tenemos personalidad, es algo que nos identifica y nos distingue de otros. Representa un conglomerado de características resistentes al cambio.
En líneas generales, entonces, mientras el carácter implica lo innato y lo aprendido del ambiente, focalizando su despliegue durante el desarrollo infantil y encontrando su punto superior en la adolescencia, la personalidad comprende además el repertorio conductual y afianzándose gradualmente luego de la adolescencia.
Es importante comprender los riesgos de asociar los términos carácter y personalidad con permanentes criterios clasificatorios. Pretender clasificar mediante tipos de personalidad es muchas veces reduccionista e inadecuado. Por eso, es fundamental tener presente que siempre e habrá características que escapen a la posibilidad de una caracterización completa y totalizadora.
La singularidad es clave como concepto a tener siempre presente al trabajar con personas.
Y considerar que tener un tipo u otro de personalidad determina nuestro presente e incluso las posibilidades futuras es un gran error e incluso implica un gran peligro.
Hemos mencionado en otro artículo el concepto de Profecía Autocumplida que refiere a los condicionamientos que impartimos al determinar o formarnos expectativas o ideas fijas sobre nosotros mismos u otros. Precisamente por esto es esencial tener presente los factores de potencialidad y cambio.
Si bien la base de la personalidad se mantiene estable a lo largo del tiempo, esto no impide que la persona pueda elaborar y modificar su posición frente a lo que le acontece.