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El Estilo Argentino

Publicado por Malena

El Estilo Argentino

Cada persona, independiente de su nacionalidad, tiene un estilo diferente, pero existe un modo de ser argentino como ser social que vale la pena destacar.

Lo que más nos distingue es nuestro individualismo, por eso nos cuesta tanto trabajo funcionar como una comunidad civilizada, o aceptar un gobierno, porque tenemos en el fondo encubierto a un anarquista que tiene un problema con la autoridad.

Pero acostumbramos a sobresalir en creatividad. Este año volvimos a arrasar con las becas Guggenheim, ganando 16 de 34. Las becas representan un enorme estímulo, tanto por el reconocimiento académico como por la posibilidad de disponer de fondos para financiar los trabajos de investigación.

La creatividad argentina enfrenta un obstáculo frustrante, no se consigue trabajo acorde con los conocimientos y capacidades y si se intentara desarrollar la imaginación y emprender una iniciativa independiente, ésta generará imitadores de inmediato, porque los creativos y los imitadores son en este país dos opuestos naturales que no pueden estar separados, como el bien y el mal.

Como vivimos en un país cosmopolita, tenemos algo de cada nacionalidad. Nos parecemos un poco a todos, tristes como los rusos, pegados a la madre como los italianos, con complejo de inferioridad como los gallegos, solemnes como los alemanes, fanfarrones como los norteamericanos, incomprensibles como los chinos y estructurados como los ingleses.

Sin embargo hay dos cualidades esenciales que nadie nos puede negar; la generosidad y la solidaridad. Somos capaces de hacer cualquier cosa por un amigo y no discriminamos a los extranjeros, los cuales no suelen tener mayores problemas para integrarse en poco tiempo.

Vivimos en el fin del mundo, donde termina América del Sur y como antiguamente nuestra alimentación básica era la carne vacuna hasta nuestro suelo nacional tiene la forma de un bife de chorizo, que terminó siendo sólo un recuerdo. Actualmente, se parece más a una milanesa de soja, no se sabe bien si es por la pacífica invasión de los orientales o por la disminución de la capacidad adquisitiva que hace que el bife cada día vuele más alto y sea inalcanzable.

Somos guapos, y desarraigados. Tenemos coraje para las contradicciones y debilidad para las convicciones, y nuestro desarraigo proviene de la identificación con otras culturas. Porque nos sentimos nosotros también extranjeros en nuestra propia tierra.

Somos hijos de italianos, hijos de españoles, hijos de alemanes, etc., hijos que no crecen, adolescentes, con problemas de identidad, que todavía no queremos saber quiénes somos y qué es lo que queremos.

Demostramos en forma permanente nuestra solidaridad también con las marchas en señal de protesta. Por la billetera que le arrebataron a una vecina en el tren, por el ladrón que entró en el country y se llevó el DVD y el televisor dejando a las víctimas vulnerables frente a la abstinencia; por los cien pesos que le robaron a un jubilado en Ituzaingó.

Lo importante es que no nos quedamos más de brazos cruzados, ahora si que participamos, eso es la democracia, por fin lo entendemos.

Si hay algo que nos une es la queja. Somos quejosos, desconformes, insatisfechos, nos faltó alguna mamadera de bebés o nos amamantó siempre el pecho malo de nuestra madre también malhumorada, de la cual nos hablaba Melanie Klein.

Somos culturosos en lugar de cultos, nos gusta agregar a nuestros nombres un título universitario aunque sólo hayamos cursado el primer año sin rendir ninguna materia, porque si, porque nos da categoría, status, prestigio no ganado pero prestigio al fin.

El hombre habitante de barrios marginales puede arreglarse sin trabajar, ama la libertad y sólo hace changas de vez en cuando, la que trabaja todos los días de doméstica es la mujer con quien suele tener varios hijos, pero sin casarse, no sea cosa que cuando quiera desaparecer alguno se lo impida por haberse comprometido firmando papeles.

Pero la desgracia para la mujer es que se va pero siempre vuelve, medio borracho, la golpea si lo rechaza y así tienen otro hijo. Todo un clásico que se reitera en cada humilde hogar, sostenido a duras penas por una mujer golpeada que sigue adelante a pesar de todo.

Ellos también son argentinos, que no han tenido la oportunidad de recibir una educación, provenientes también de hogares deshechos. No tienen cuentas bancarias ni tarjetas de crédito ni figuran en ninguna lista de posibles clientes, pero también tienen derechos. Mientras tanto, se las rebuscan, hurgan en la basura buscando inconscientemente algo, su propia dignidad perdida hace muchos años.

Pero lo cierto es que vivimos en el mejor país del mundo y el más seguro, libre de guerras o hipótesis de conflictos externos, aunque los noticieros nos quieran mostrar otra cosa.