El miedo a elegir.
¿Por qué es tan frecuente y, a la vez, tan importante hablar del miedo a elegir?
Vivimos rodeados de la necesidad de elección y de toma de decisiones. Estos momentos, que se nos presentan a diario, pueden ser un motivo de angustia para muchas personas, incluso ante elecciones o decisiones nimias. Sin embargo, el tema se amplía aún más cuando se trata de elecciones más importantes, y el debate sobre pros y contras puede dejar a la persona paralizada.
El miedo a elegir puede ocurrir por muchos motivos o condicionantes distintos. Por lo general, podemos pensarlo como un temor a abandonar una posición de resguardo y de control. La elección nos enfrenta al cambio y al hecho de que como consecuencia de ella, algo se perderá. Esta pérdida es a veces causante de mucho temor, y la persona prefiere perpetuar un estado de no elección antes que afrontar esa pérdida.
La elección es una acción que simboliza el camino, la puesta en marcha, y, si es genuina, puede ser la expresión de la identidad o de la propia esencia. Elegir genuinamente es, en definitiva, dar a conocer al mundo algo sobre nosotros mismos. Elegir es un modo de salir de un estado de perpetuidad, de similaridad, para entrar en el terreno de lo nuevo o lo diferente. Esto no siempre es bien tolerado, porque implica, como dijimos antes, perder algo de control.
Lo conocido da tranquilidad, no por ser necesariamente bueno, sino porque ya se conoce, estamos de algún modo adaptados a ello y podemos prever algo de lo que ocurrirá. El cambio implica incertidumbre y esto causa cierto estrés. La evitación de todo lo mencionado se ubica en la antesala del miedo a elegir.
La elección es fundamental entonces para poder promover cambios. Hay elecciones que son difíciles y que implican sufrimiento, pero en pos de una nueva situación futura. Transitar por ese tiempo bisagra de movilización y cambio es necesario para poder llegar a ese otro estado, a esa nueva situación.
En muchos casos la elección y el cambio se asocia también a la idea de crecer. Aferrarse a lo conocido se puede asociar entonces con una posición más infantil, o de perpetuación de cierto estado previo. El abandono de esta relativa calma o estructura que ya se ha asimilado puede generar estrés o ansiedad.
También podemos hablar del miedo a equivocarse, o el miedo al riesgo. Elegir implica la posibilidad de optar por una opción que pueda considerarse posteriormente errónea o que le produzca al individuo arrepentimiento. El temor a «elegir mal» y a no poder luego volver atrás es uno de los grandes motivos por los cuales la elección muchas veces se demora o se paraliza.
El miedo al riesgo engloba un poco lo mencionado anteriormente. Perder el control, un estado de continuidad previo, una «zona de confort» para decirlo de otro modo, es un riesgo. Y como tal muchas veces difícil de enfrentar. Hay individuos que evitan constantemente el riesgo, y no elegir es un modo defensivo, una forma de autoprotección.
Reconocer los temores y ansiedades que se ponen en juego a la hora de las elecciones o tomas de decisiones en el día a día nos permite adentrarnos en aquello que lo activa o lo dispara, permitiéndonos concientizar un poco más y flexibilizar nuestras respuestas ante ese tipo de situaciones.