Miedo a la confrontación.
El miedo a la confrontación implica la evitación reiterada del conflicto en el vínculo con otros. Las personas que lo experimentan intentan por todos los medios posibles resolver, calmar o evadir situaciones que puedan desencadenar en peleas o discusiones, pretendiendo minimizar o anular el conflicto.
En el trasfondo de este temor hay una multiplicidad posible de causas y de modos de abordaje. Podemos pensar inicialmente qué implicaría para esa persona el conflicto. Como ya sabemos, en Psicología, nada puede ser aseverado de manera universal y exacta. Por más que hay patrones o características compartidas, cada individuo las manifiesta en su propia singularidad, de modo que no se puede hacer afirmaciones generales. Mucho menos respecto a los miedos, ya que, por lo general, tienen una asociación muy directa con aspectos de la vida personal.
El miedo a la confrontación en una persona que ha vivido gran parte de su vida presenciando situaciones de violencia, por ejemplo, toma un sesgo distinto a si se presentara en alguien que no ha vivido tales situaciones. Y estos factores de la propia vivencia son fundamentales para comprender el trasfondo.
Podríamos pensar que la confrontación como tal implica siempre cierto riesgo y cierta posibilidad de ruptura. Aquí se puede unificar el temor al abandono, a la pérdida del amor del otro, a la soledad y el temor también a la propia agresividad.
Muchos individuos que calculan y se esfuerzan por controlar en exceso sus conductas pueden sentir temor de exponerse a situaciones en las que sientan que pueden perder ese control, enojándose o dejando irrumpir emociones violentas. Suele suceder, además, que cuanto más la persona intenta controlar lo agresivo, cuidando en exceso sus formas y modales y siendo desde todo punto de vista «correcto» mayor represión habrá entorno a sus aspectos más agresivos y con mayor furia saldrán a la luz cuando lo hagan. De modo que, para estas personas, que tanto empeño ponen en ser amables y tranquilos, las situaciones de confrontación implican un riesgo enorme, aquel que puede hacerlos quedar en evidencia, dejando salir a esa parte suya que esperan mantener oculta.
En otros casos como el mencionado inicialmente, la angustia frente a peleas y discusiones que puedan traer a la memoria recuerdos displacenteros, pretende ser ante todo evitada. Y, en consecuencia, se evita el potencial conflicto en su conjunto.
Otra situación de fondo podría ser el temor a ser agredido, violentado o dañado por otro, tanto física como verbalmente. El peligro que esto implica y la dificultad para defenderse en caso de que así sea movilizan al individuo a evitar el conflicto.
La evitación del conflicto o de la confrontación suele tener un correlato, que es que los conflictos aparecen igual y en muchos de estos casos, magnificados.
Incluso por más que se lleve a cabo todo el esfuerzo del mundo por evitarlo, el conflicto existe, la confrontación tarde o temprano aparecerá.
Saber lidiar con el conflicto y con las diferencias es un modo de aprender a vivir con otros. Necesariamente en algunos contextos el conflicto aparecerá y por lo general suelen ser estos encuentros los que posibilitan el cambio o el paso a una nueva instancia.