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Háblame, pero escúchame bien

Publicado por María Gómez

human-763156_1280Si has dejado de contar tus secretos a tu mejor amiga porque resulta que, al final, acabáis hablando de los suyos sin haber dedicado ni cinco minutos a resolver tu circunstancia; si no contemplas desde hace algún tiempo la posibilidad de que los miembros de tu familia te escuchen sin que conlleve un sermón posterior o si has abandonado cualquier esperanza de que exista alguien que te pueda comprender, entonces es que estás sufriendo un proceso de incomunicación importante y que, posiblemente, necesites un mediador que actúe de inmediato para salvar la relación.

Las habilidades para comunicar y comunicarse se aprenden a lo largo de la vida. Se ven afectadas por las experiencias vividas y por la educación, en muchos casos. La regla de oro y la que se sobrevuela con frecuencia produciendo la ruptura comunicativa es el respeto mutuo. Respetar al otro te permitirá comprenderle, ponerte en su lugar, y solucionar los conflictos que surjan con mayor eficacia y rapidez.

La escucha activa es considerada como el segundo pilar que sostiene una comunicación productiva. Si mientras tú hablas, tu interlocutor está realizando otra tarea o no muestra interés en tu mensaje, difícilmente volverás a confiar tus historias a esa persona.

El acto de comunicar es bidireccional, el que da tiene que recibir, y viceversa. De lo contrario, el fracaso está asegurado, como en todas las relaciones. Dar siempre o recibir siempre acaba por cansar, agotar hasta que pierdes el interés por completo.

Existen algunos obstáculos propios que deben ser controlados al comunicar. Son barreras frente a la cuales tendremos que dar lo mejor de nosotros aunque la naturaleza nos empuje a lo contrario.

Nos referimos a frases del estilo a “Te lo merecías” “No esperaba más de ti” o similares. Criticar, es tan fácil cuando no le sucede a uno…

Te pones a relatar un episodio significativo, y tu interlocutor no tiene mejor discurso que decirte que pareces tonto, idiota, que eres un desgraciado. Insultar como arma arrojadiza suele alejar a las personas.

Y cuando nos salen con “a ti lo que te pasa es que…”, lo que me pasa es que saldría por la ventana en ese preciso instante. Hasta ahora, diagnosticar es cosa de médicos. Por mucha información que nos proporcionen, intentemos no categorizar y elevar a verdad nuestro punto de vista. Es importante, elegir bien las palabras.

Pero también nosotros producimos ese efecto en  la persona que nos habla. Ellos también se pondrán a la defensiva, y se sentirán atacados exactamente igual que cuando somos los que recibimos estos latigazos.

Aun cuando la preocupación por el otro lo que nos motiva a moralizar, amenazar u ordenar, lo que, en realidad, conseguimos es que el otro perciba menosprecio produciendo una reacción de resentimiento, incluso inconsciente.

Por último, sé consciente de que todas estas respuestas comunicativas como barreras que son, acarrean un bloqueo emocional que dificultará sobremanera la expresión constructiva de sentimientos, con lo que la confusión inicial podría aumentar y complicar el entendimiento.