Hipervigilancia: cuando no hay descanso.
La hipervigilancia es, como el término mismo lo indica, un estado de vigilancia exagerado o acentuado y extendido en el tiempo. La persona que lo padece está en estado de alerta constante, agudizando sus sentidos al máximo con el fin de detectar hasta la más mínima muestra de amenaza.
Hay situaciones muy traumáticas que pueden generar como consecuencia estados de este tipo, como en el trastorno de estrés postraumático. Esto fue descubierto al observar a quienes habían estado en la guerra, porque posteriormente conservaban un estado de irritabilidad e hipervigilancia, agregado al hecho de que volvían a vivenciar las experiencias traumáticas acontecidas.
Con frecuencia tras un accidente, una situación de robo o de haber padecido una situación traumática o donde la persona se vio en una posición de vulnerabilidad, puede permanecer durante un tiempo en estado de alerta, sobresaltándose al mínimo ruido o imprevisto.
Sin embargo, la hipervigilancia no implica haber transitado por episodios traumáticos de este tipo. Estar en alerta constante es una característica frecuente en casos de ansiedad intensa, por ejemplo. La ansiedad implica muchas veces una expectativa angustiada acerca del futuro, y el estado de hipervigilancia es la manera de poner en juego un mecanismo que inconcientemente busca evitar cualquier tipo de daño.
El estado de hipervigilancia impide el descanso. Estar en alerta es mantener los sentidos y defensas siempre activos, y el descanso requiere precisamente del debilitamiento de estos mecanismos. Por eso, no es extraño que vaya acompañado de insomnio, dificultad para concentrarse, dificultades también en el área sexual, ya que también aquí se requiere de cierto debilitamiento de los mecanismos de alerta. La hipervigilancia mostrará dificultades para el disfrute. Si uno está en alerta, esperando anticiparse constantemente al peligro, no puede relajarse y, por ende, tampoco disfrutar.
Es importante considerar que estados de este tipo, si se prolongan a lo largo del tiempo producen un estrés crónico que es muy dañino para la salud, de modo que es indispensable la consulta profesional.
Las personas en estado de hipervigilancia están siempre atentas, se anticipan a todo y se sobresaltan con facilidad. Suelen temer que acontecimientos negativos o trágicos sucedan y evitan situaciones potencialmente riesgosas. Esto puede ir acompañado de ciertos rasgos de agorafobia por ejemplo, evitando salir a la calle como un modo de protección ante posibles peligros. Corporalmente suelen estar en tensión, pudiendo sufrir contracturas frecuentes y resultándoles muy difícil estar relajados.
En este estado todo tipo de desarrollo del sujeto se dificulta, porque se halla en modo supervivencia. Cuando uno cree que está en peligro no hay tiempo ni lugar para el deseo, lo primordial es protegerse, todas las otras dimensiones quedan en suspenso.
El problema es que en la mayoría de los casos la amenaza es percibida subjetivamente pero la persona no se halla en situación de riesgo real. Por eso los tratamientos deben apuntar a abordar el mecanismo mediante el cual se ha configurado una realidad de ese tipo.
La hipervigilancia genera un gran agotamiento de las funciones psíquicas que nunca reducen su actividad. Genera además, gran frustración, ya que por más esfuerzo que se oriente a prevenirlo todo, se observa que aún así hay cosas que escapan al propio control. Es un estado que impide construir y llevar adelante proyectos y que deja a la persona atrapada en el mismo lugar.