La Depresión II
La depresión es una de las afecciones más frecuentes en estos días y lo peor es que es contagiosa. El depresivo expande mala onda por medio de mensajes apocalípticos desde una teoría del caos, que intenta difundir, para quitarle la esperanza a todos los que están dentro de su radio de influencia.
La culpa es el punto débil de los depresivos. Hay que operarse de las culpas, extirparlas de raíz para que nunca más vuelvan a torturarlos. Esta operación se logra por medio del perdón. Perdonarse a si mismo por todo y perdonar todo a todos.
Se considera una patología cuando la persona no puede realizar una actividad cotidiana normal y desde la mañana está deprimido, sufre de insomnio, pierde la motivación para vivir, sus movimientos se tornan lentos, arrastra los pies para caminar, siente una tristeza extrema y una visión del mundo pesimista. Puede tener delirios de persecución, miedos, culpa, y tener ideas de suicidio.
También puede caer en adicciones a las drogas, al alcohol, a la comida, al cigarrillo, para atenuar sus síntomas, que no obstante se suelen agravar después de sus efectos.
Ante la presencia de estos síntomas es indispensable la consulta con un médico clínico que evaluará la necesidad de una derivación.
No siempre se trata de una enfermedad grave, de acuerdo al nivel y persistencia de los síntomas a veces es el modo personal de ver la vida el que provoca un estado anímico depresivo. Los desengaños, las desilusiones, las pérdidas a veces no pueden ser elaboradas ni asumidas provocando un estado de tristeza y melancolía que permanece como parte de la personalidad.
Una forma de modificar este hábito de comportamiento es comenzar a hacer cosas nuevas. Un nuevo trabajo o estudio, una artesanía, un curso de aprendizaje, nuevos amigos, cambio de domicilio, de muebles, de ropa, de peinado. Hay que cambiar todo, porque seguramente hay algo que estamos haciendo mal.
El cambio modifica el modo de ver la realidad brindando una nueva perspectiva y la oportunidad de elaborar proyectos. Cuando hay planes no hay depresión, hay deseos de vivir para realizarlos.
Nos deprimimos porque nos cuesta cambiar. El cambio es oportuno y eficaz justamente frente a la adversidad, porque todo lo que ocurre a nuestro alrededor tiene un sentido más allá de nuestra percepción inmediata y los acontecimientos representan nuevos desafíos.
Recién nos atrevemos a cambiar cuando «la sangre llega al río».
Ahora es el momento justo para empezar de nuevo.
Muchas veces, las vueltas de la vida nos parecen demasiado crueles, sin embargo, con el paso del tiempo nos damos cuenta que era lo que tenía que suceder para nuestro propio bien.
Es muy difícil ver la realidad cuando los sucesos que nos parecen inexplicables nos desbordan.
La fuerza del carácter es la que permite a una persona no desmoronarse frente a las dificultades o las pérdidas, porque se pueden dar cuenta que todo lo que tenemos es transitorio, nada dura para siempre y es inútil aferrarse demasiado a las personas o a la cosas.
Tenemos que aprender a disfrutar de los momentos felices y después soltar, dejar fluir, sin sufrir porque es la ley de la vida.
Sólo nos tenemos a nosotros mismos, los demás no son de nuestra propiedad, tienen su propio sendero y lo único que podemos hacer por ellos es amarlos y ayudarlos, sin exigir nada a cambio, porque el solo hecho de ayudar a otro nos colma de satisfacción y le da sentido a nuestra vida.
Las cosas que nos pasan les ocurre a muchos, la diferencia es la forma de vivirlas.
Nos preguntamos ¿cómo puede sobrevivir la gente frente a terribles tragedias? Todos nacemos con la fuerza necesaria para experimentar cosas inevitables pero algunos prefieren dejarse llevar por la desesperación y se empeñan en sufrir el resto de sus vidas.
El Ego es el que no puede desprenderse del sufrimiento, porque nuestro verdadero yo tiene la capacidad de vivir naturalmente todas las experiencias sin sufrir, permaneciendo en nuestro interior como un testigo silencioso.
Lo cierto es que estamos en esta vida sin haberlo elegido y es probable que haya razones que desconocemos. Mientras tanto es mejor vivir todo lo que nos depara esta existencia sin oponer resistencias, porque nos empeñamos en buscar lo que queremos y no en encontrar todo lo demás que surge espontáneamente sin quererlo.
Solamente los que están dispuestos a empezar de nuevo todos los días con entusiasmo pueden ser más felices, olvidándose de ellos mismos y entregándose a la providencia.